Echar cuentas

La votación secreta sobre Irak acaba de demostrar que los diputados del Partido Popular, que no tienen por qué haber hecho voto de castidad, ni mucho menos voto de pobreza, hicieron todos el de obediencia. La disciplina de partido libera de la enojosa tarea de pensar por la propia cuenta y por eso salieron a la perfección las cuentas. Gentes incapaces de matar una mosca se mostraron partidarias de que los inocentes súbditos de Sadam cayeran como moscas. Siempre ha tenido buena prensa la obediencia. «¡Somete tu cuello al yugo y tu alma a la disciplina!», se lee en el Eclesiastés. También un tal Josué, que trabaja de extra en la Biblia, promete ir donde le manden, aunque no especifica qué actitud debe tomar si le mandan a la guerra. Lo cierto es que se ha cerrado el paso a cualquier propuesta que le pidiera tiempo al tiempo que tienen los inspectores y que Estados Unidos sigue mandando soldados al Golfo -60.000 en la última tacada- para reforzar su despliegue. Ya hay más de un cuarto de millón de jóvenes bien adiestrados y dispuestos a defender a su patria machacando otra patria. Hay cuentas que no salen tan bien como la del Congreso. Por ejemplo, la cuenta del Tribunal de Cuentas, que revela que siete partidos acumulan 33 millones de euros en deudas ya vencidas. El plusmarquista de la trampa es el PSOE, pero también deben lo suyo, o sea, lo nuestro, el PSC, IU, UDC, ERC, EA y PA. Estamos en el siglo de las siglas, que decía Dámaso Alonso, y parece como si todas hubiesen entablado una innoble competencia, a ver qué organización logra un mayor déficit. Para ser equitativos y no recrearse sólo en dos cosas, en lo malo y en lo pésimo, hay que alegrarse de que vayan bien las cuentas del paro. En febrero el número de desocupados bajó en 8.236 personas, después de seis meses consecutivos de subida. Ahora los compatriotas que están de brazos caídos son sólo 1.734.061. No es probable que ninguno de ellos ocupara sus manos en aplaudir el respaldo a la guerra.