Diario de León
Publicado por
Federico Abascal
León

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Mientras Aznar se mueve en las altas esferas internacionales, la plana mayor de su partido atiende a los asuntos domésticos, entre los que figura el no perder las elecciones de mayo. El PP ha desplegado a sus personalidades de máximo relieve con la intención de galvanizar a los cuadros provinciales y regionales, reunidos ayer en un hotel de Madrid para escuchar las palabras de ánimo y las consignas preelectorales que les dirigieron los tres delfines -Rajoy, Rato y Mayor Oreja- y el secretario general, Javier Arenas. La curiosidad política se centraba en la actitud de los delfines ante la crisis de Irak, y así pudo verse que mientras Rato no se refería especialmente al asunto, Rajoy lo cogía por los cuernos reiterando la tesis oficial de que Aznar sigue trabajando para que la crisis se resuelva en el Consejo de Seguridad. Antes del almuerzo, aún no sabía Rajoy la fecha exacta en que se votará la enmienda apremiante a la resolución tripartita Blair/Aznar/Bush, pues desde la mañana se venía hablando de un aplazamiento de uno a cuatro días para facilitar a la febrilidad diplomática la obtención de algún tipo de consenso en el Consejo de Seguridad. Tampoco se sabía si Aznar iba a desplazarse o no a Nueva York para votar, pues todo dependía de qué jefes de gobierno decidirán acudir. Al presidente español le agradaría la presencia de Blair y de Bush, y no la de Schroeder y Chirac. Pero ahora se trata, en el PP, de realizar un esfuerzo para que sus propuestas electorales no se sigan viendo informativamente laminadas por la crisis internacional. La tarea va a resultar, sin embargo, difícil, pues la proyección informativa de una guerra más que probable desdibuja otros asuntos, aunque no sean menores, como no lo es una campaña electoral en la que se dirimen cuestiones municipales. El tenaz «No a la guerra» que ha inundado últimamente las calles distorsiona el debate puramente municipal y autonómico, y la campaña «popular» centrada en el lema de «más seguridad y menos impuestos» se ve ahora medio enterrada bajo paletadas emocionales de pacifismo. Para sacarla a la luz parece buena la táctica de Rajoy, que es la argumentación, una vez que se vean surtidos de argumentos los cuadros regionales del PP, y no la dialéctica de Javier Arenas, más bien de brocha gorda, comparada con el fino estilete, por ejemplo, de Mayor Oreja, quien acusa al socialismo vasco de situarse en la equidistancia, «entre ETA y la guerra, entre ETA y Bush», lo cual puede resultar, como acusación, ciertamente confusa, pero no puede negársele cierta originalidad.

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