EN EL FILO
¿Qué hacemos allí?
ACERSE una foto con George W. Bush y con Tony Blair, celebrando consejo de guerra, ultimando los planes para iniciar la primera gran guerra del siglo XXI, puede ser motivo de orgullo, si el objetivo del presidente de gobierno español es entrar en las páginas de la historia a cualquier precio, incluido el de figurar como comparsa. Pero no hay casi ningún español que entienda nuestra presencia en Las Azores y mucho menos quien esté de acuerdo en la posición belicista del Gobierno de España. A José María Aznar no le preocupa su «patio interior», a tenor de las manifestaciones de Inocencio Arias, embajador de España en la ONU, que nos ha certificado que estamos pendientes de la «aquiescencia» de Estados Unidos en todas nuestras gestiones internacionales. Si el noventa por ciento de los españoles, en las últimas encuestas, se opone a la guerra, hay que estar muy seguro de lo que se hace para iniciar ese camino. El último argumento de Aznar es aristocrático en el sentido griego de la acepción. Cree que los españoles le han elegido para gobernar y él sabe lo que es bueno para España. Pero ha renunciado a convencer a los españoles y sólo aspira a que le absuelva la historia. Me imagino que su escenario es la entrada victoriosa de las tropas norteamericanas en Bagdad, sin víctimas civiles. O con las víctimas civiles escondidas de las pantallas de la CNN. ¿Tan seguro está Aznar de la precisión de los misiles norteamericanos? ¿Tanto apuesta por artillería ajena? En todo caso se obvia lo fundamental. Países con tanta sensibilidad a las presiones de los Estados Unidos como Chile o México las están resistiendo con una dignidad envidiable. Nos hemos quedado solos en este eje del mal que se constituye para la dominación norteamericana del mundo. Hemos forzado nuestra presencia en una foto que no nos corresponde, a la que los españoles somos ajenos, y que nos va a situar, en el momento que se ataque sin una resolución de Naciones Unidas, al margen de la legalidad internacional y formando parte de un imperialismo que repudiamos. A partir de ahora, cuando quemen banderas norteamericanas en las manifestaciones de Karachi, Estambul o Damasco, quemaran también las españolas. Nos vamos a constituir en la seña de identidad de la opresión del mundo al que Aznar pretende redimir. Aznar nos ha comprometido con la historia de lo que aborrecen la mayoría de los españoles. Aznar tiene que saber que tanta irresponsabilidad no le puede salir gratis. La foto de Las Azores es el certificado de defunción de muchos años de dignidad en nuestra historia.