el balcÓn DEL pueblo
Un grito de vida
ALTO ahí, quietos todos: la ópera no termina hasta que canta la gorda. Y en el lanzamiento de peso, como en la ópera, faltaba la última intervención del gordo Manuel Martínez, el atleta leonés más importante de la historia, capitán de la selección española, bondadoso a lo Arquímedes, viajero casi diario a lomos de su yegua de metal Harley Davidson, rapado y sin tatuajes, entre el casco urbano y el campus de Vegazana, donde entrena en las instalaciones del Inef. Todos los ojos de León, de España y del mundo miraban a la pantalla de televisión. Empezaba a cantar su particular aria de fuerza el gordo Manuel Martínez. Era el epílogo de su ópera, con la bola pegada a la carótida. Giró sobre sí mismo, extendió el brazo como si fuera el muelle de un sofá al que se libera de más de cien kilos, y el peso se fue a 21,24 metros. No hacía falta la medición. El grito del gordo Manuel Martínez, como si echara el alma por la boca, puso en pie a los espectadores del National Indoor Arena de Birmingham. En su sexto y último lanzamiento arrebató por un centímeto al americano John Godina la medalla de oro. La primera medalla de oro bajo techo obtenida por España en toda su historia. Cuando muchos creían que la voz de Manolón era más débil, cantó su mejor ópera. Bendita sorpresa. El grito desgarrado del leonés tuvo mucho de mitológico. Fue como si lo hubiese lanzado Hércules, un oso pardo tras ahuyentar al cazador, o el hombre/atleta acorralado por sus últimas marcas, sus problemas de salud y su fichaje político. Había almacenado tantas dosis de adrenalina, que tenían que salirle por algún sitio. Las echó por la boca en un berrido de rabia, de poder y de grandeza. Fue la sublevación contra la adversidad, la conquista de la gloria después del sacrificio y del esfuerzo, la humildad de aceptar los consejos técnicos, el grito contra una Administración roñosa y paralizada que celebra con júbilo los éxitos pero no ha puesto todavía el andamiaje para que se consigan. Un grito de reconocimiento y gratitud para su entrenador, Carlos Burón, y una denuncia para quienes racanean y dilatan la construcción del Centro de Alto Rendimiento en nuestra ciudad. Un grito de vida, no de agonía como los versos que se le escapaban, también por la boca, al cabrero Miguel Hernández, tuberculoso y olvidado en una celda carcelaria. Todo deporte es juego. Y en el juego es muy importante saber perder, pero es mucho más importante saber hacer perder a los otros. Manuel Martínez supo hacer perder al norteamericano John Godina, arrebatándole el oro en su sexto y último lanzamiento. Exactamente lo contrario que sucedió ayer en el salto de longitud. El asturiano Yago Lamela acariciaba el oro, pero en el último intento el atleta yanki Phillips le superó. Y también por un centímetro. El gordo Manuel Martínez supo ganar y Yago Lamela no fue capaz de hacer perder a su adversario. Un centímetro separó la gloria entre dos metales de ley: el oro y la plata.