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Publicado por
Javier Tomé
León

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Ya explicaron los clásicos, muchos siglos atrás, que nada es tan bajo y vil como ser altivo con el humilde. Pues bien, sin que nadie pueda comprender las razones, el gobierno de Aznar se ha lanzando con fervor de cruzado a encabezar la deshonesta y deplorable coalición dispuesta a imponer la ley de la jungla en fronteras ajenas. Ante el asombro del mundo entero, y la particular indignación de los que eran hasta ahora nuestros «amigos árabes», el presidente y sus acólitos se han presentado en el escenario de las Naciones Unidas haciendo el papelón del que da saltos y toca la pandereta en la tuna. En este punto aparece la figura de Inocencio Arias, un tipo simpático y vestido a lo Fofito que caía bien a unos y otros, hasta que comenzó a lanzar pimienta por la boca mostrando la auténtica fachada de la España actual. Utilizando la lengua a modo de tirachinas, Arias ha obsequiado a los mandamases de la ONU con calificativos como «momias», por sus reticencias al ataque contra Iraq. Pero tan absurdo engreimiento se diluye igual que un azucarillo ante los requerimientos de su colega estadounidense, hasta el punto que ya se le conoce en los medios diplomáticos como «SiSí Arias». Y es que le han pillado con el carrito del helado, comunicando a la ministra Ana Palacio que esperaba a la «aquiescencia» americana para tomar partido, demostrando lo ya sabido: que la salsa buena para el pavo es también buena para la pava. ¡Qué diferencia entre la grandeur francesa y nuestra patética pequeñeur! Menos mal que, a los que nos consideramos de corazón miembros de la vieja y culta Europa, siempre nos quedará París.

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