Diario de León

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Campanadas de la ira

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León

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LO proclamó George W. Bush en su mensaje televisivo para el mundo, a las dos de la madrugada, hora española. Una hora indecorosa para declarar la guerra y mágica para el amor. El presidente norteamericano daba un nuevo ultimátum a Sadam Huseín: 48 horas para que el tirano y sus hijos abandonen Irak. El reloj -tic-tac, tic-tac- no se ha detenido y es seguro que mañana comenzará a llover fuego sobre el desierto iraquí. Respetarán la onomástica de Aznar, pero ni un día más de tregua. Al día siguiente de la festividad del Padre, Irak será la patria de los huérfanos y de las viudas. La acción de los verdugos se selló en la reunión de los tres halcones en las islas Azores. Los tres presidentes belicistas, Bush, Blair y Aznar, hicieron suyo el eslogan de una entidad bancaria: «¡adelante!». Los responsables de imagen de la entidad ya están valorando destruir el mensaje. No se lava ni siquiera con el ascenso de las bolsas. El dinero es miedoso, pero apuesta siempre por el ganador. Y el mundo no discute quién o quiénes van a ganar, aunque dude respecto al precio que deban pagar. Los tres halcones escenificaron en las Azores el penúltimo acto de su obra. Ya sin careta. Al día siguiente retiraron de la ONU el proyecto de la nueva resolución que avalaban y comenzó la marcha atrás. Bush se dirigió a su país y al mundo, y Tony Blair y José Mafría Aznar comparecieron ante los respectivos Parlamentos. Se ha matado la esperanza y comienza el tiempo de la guerra. Una guerra que ya se ha cobrado víctimas políticas en el Reino Unido, con la dimisión del ex-ministro de exteriores y líder del Partido Laborista, Robin Cook, y de otros altos cargos, así como la rebelión de un centenar largo de diputados del grupo que avala al Gobierno. En nuestro país no se ha movido ni una hoja. Sólo los ciudadanos predicando en el desierto de Aznar. ¿Será posible que en el grupo popular no repugne a una sola conciencia la guerra?. Comprobando los aplausos y entusiasmos de los diputados del PP, parece que no. Aznar volvió al Congreso para decir lo que ya sabíamos: avala la guerra contra Irak. En absoluta soledad, pero sin titubeos. Todos los grupos de la oposición también reiteraron sus razones para levantar una vez más la voz y gritar «No a la guerra». En vano. España entra en el laberinto de los agresores. Las agujas del reloj siguen girando y pronto sonarán las campanadas de la ira. Los leoneses, supongo que como la mayoría de los ciudadanos españoles, cambiaron de cadena a las 18,30 horas: de La 2, en directo, a La 1, también en directo. En el Congreso Aznar intentó justificar la bondad de la guerra sin considerar siquiera si es injusta, inmoral e indecente. En la otra cadena, el Real Madrid se esforzaba sobre un campo impracticable para lograr el pase a la siguiente fase europea. Lo logró con un agónico 0-1. Y casi sin tiempo para volver al debate, León recibía a su gran campeón: Manuel Martínez, medalla de oro en el mundial de atletismo. Cómo añoré olvidos del pasado.

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