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Publicado por
León

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CONGRESO de Diputados. Cuarto debate sobre el conflicto de Irak. Mientras los diputados discutían, la guerra se acercó cinco horas más. Las palabras caían sobre el hemiciclo con una terrible sensación de esterilidad. Ya nada vale nada. Aznar está inmutable en su conocida posición. De moverle alguien, ese alguien tiene que ser Bush; ningún político español. Llamazares tiene la humorada de pedir su dimisión, como si creyera que la podía conseguir. Trías pone algo de sentido común y representa las dudas razonables que a todos nos asaltan sobre esta guerra. ¿Y Zapatero? Tiene razones de fondo; serias razones; pero me produce la inevitable impresión de que no sabe rematar las jugadas. Y tengo otra impresión inevitable: ayer, sus señorías hablaban por hablar. El presidente había dado información sobre el papel del Ejército español, pero apenas interesó a la Cámara. Nos hemos quedado sin saber, por ejemplo, qué le parece al Partido Socialista, aunque es el llamado a gobernar en su día. Sus señorías van con el discurso hecho, bien redactado, brillante a ser posible, y no lo cambian, aunque el presidente aporte una gran novedad. Esto no es un debate. Es un diálogo de sordos mezclado con golpes bajos. Desde luego, si el Gobierno sale bien parado, a pesar de la mala imagen que ha ganado en la sociedad, es porque los portavoces le regalan la victoria. Y eché en falta, en gran falta, algún discurso de grandeza sobre lo que es una guerra. Alguien tendría que preguntarse sobre quiénes van a caer los miles de bombas que van a lanzar en unas horas. Alguien tendría que salir del puro partidismo y hacer una apelación que, aunque no haga cambiar al Gobierno, nos impresione a quienes tenemos tantos interrogantes. No lo he visto. Hay más griterío de «no a la guerra» que palabras que conmuevan incluso a un Gobierno que apostó por el conflicto. Pero no lo saben hacer. Lejos, los soldados recibían sus últimas instrucciones. Les explicaban cómo matar con más eficacia.