Diario de León
Publicado por
Vicente Pueyo
León

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Fue Georges Clemenceau quien dijo aquéllo de que «la guerra es una cosa demasiado seria como para dejarla en manos de los militares». Ahora se ha demostrado fehacientemente que también es un formidable riesgo dejarla en manos de los políticos. En particular si esos políticos demuestran una capacidad insólita para mantener tercamente sus criterios sin conceder ningún margen a la posibilidad de estar equivocados. Cogidos en la trampa de la realidad, -en la que cayeron demostrando una insólita e irresponsable falta de previsión-, los miembros del triunvirato guerrero no saben ahora cómo salir de una situación que no hace sino complicarse cada día que pasa. El apocalíptico lema de la operación bélica, «Impacto y pavor», se ha vuelto contra ellos como un bumerán. Sobre todo contra Blair y contra Aznar, porque a Bush hay que echarle de comer aparte; parece seguir por encima del bien y del mal, levitando en una especie de fundamentalismo tejano con conexión directa con su dios particular. (Quizá acabe sus días como predicador gritón en una de esas iglesias mediáticas que se nos cuelan a través de las parabólicas y en las que la clientela entra en trance, o al menos lo parece, con una facilidad asombrosa. Con perdón, los legítimos y míticos charlatanes de antaño producían parecidos efectos en las masas de ciudadanos con bata o con boina que se quedaban con la boca abierta con desmesura mientras se les ofrecía un fantástico lote de sartenes). Lo dicho; niBlair, ni Aznar saben cómo salir de ésta. Y cómo salir rápido. Porque lo de la disciplinada balsa de aceite del PP es una bomba de relojería. Ayer se les fue María José Quero, una concejala atrevida del Ayuntamiento del Elche que se suma a otras deserciones anteriores. En el PP está empezando a haber impacto y pavor porque, ni a propósito, le salen las cosas más torcidas. Una mala suerte concienzuda -abanderada por la hecatombe del «Prestige»- se ha rubricado en las fotos demoledoras de las Azores y en las preguntas que siguen sin responder: ¿qué se nos había perdido alli? ¿cuál era la recompensa? Y todo con las elecciones a tiro de piedra, o de misil. Unas elecciones que ya están desfiguradas en su esencia. Y que no sólo preocupan, y mucho, en el Partido Popular, sino también en el PSOE porque no deja de ser perturbador ganar unas elecciones sobre la base de circunstancias tan imprevisibles como el naufragio de un petrolero-basura o la sangrienta equivocación del conflicto de Irak. Hay impacto y pavor también entre la ciudadanía, entre la gente, que observa con estupor y desconcierto los salvajes efectos de un belicismo con orejeras.

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