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Publicado por
Carmen González Posada, ama de casa
León

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Nos han querido callar desde el insulto, menospreciando nuestra inteligencia y tapándonos los oídos con una verborrea despectiva y malintencionada. Cada vez que escucho a algunos dirigentes del Partido Popular, incluido nuestro presidente, el señor Aznar, me reafirmo en la postura que como ciudadana he tomado en contra de esta guerra. Es incongruente pedir la paz con actitudes violentas, es cierto, y la mayoría de quienes nos manifestamos contra la guerra lo demostramos con nuestra actitud pacífica, lástima que la actitud de nuestro gobierno no haya sido la misma y nos diga que por nuestra seguridad y para lograr la paz en Irak lo digno es declarar la guerra. ¿Acaso no es la guerra la máxima expresión de la violencia? Lástima que para conseguir la paz no se esfuercen nuestros gobiernos por los caminos de la diplomacia, el consenso, la firmeza, la eficacia y la cordura. Nuestro testimonio solidario en la calle ha pasado y pasa por la condena a la violencia, a la pena de muerte, a la tiranía, a los dictadores, al terrorismo -incluido el de Estado-, a la hambruna que sufren millones de seres humanos en nuestro querido «planeta azul», a las injusticias sociales... Muchos sentimos el hartazgo que políticos ineficaces nos producen con el «España va bien» cuando conseguir un trabajo digno no es un derecho, es una suerte, hartazgo cuando se nos dice que hay que estancar los salarios para que la bolsa de unos cuantos esté más llena, hartazgo de tanta mentira intencionada, de huelgas que se nos presentan como el espejismo de la prensa extranjera y de algún que otro medio despistado, hartos estamos de bodas tan sencillas como los decretazos que nos tendríamos que tragar en los postres. Tanto disparate ha tocado techo con el terror que sufrimos. No pueden tener la conciencia tranquila sabiendo que su actitud es cómplice de una masacre. El terror no se erradica con más terror, la historia se empecina en demostrarlo, algo deberíamos haber aprendido. Definitivamente, parece que les molestamos en las calles a los que presumen de defender nuestros derechos democráticos cuando se van de caza, o pretenden negar la evidencia con hilitos de plastilina, o nos sueltan que como somos manipulados por partidos políticos democráticos, como si tener una opción política democrática, sindical, religiosa, etcétera, distinta a la suya fuese cosa de obtusos, violentos, desinformados o simplemente tontos. Defienden tan denodadamente nuestro derecho a manifestarnos que para facilitarnos la tarea pretendían dejarnos calles estrechas para pasar de uno en uno, pero su sonrisa despectiva se la hemos dejado en un rictus de estupidez. Nuestro testimonio pasa por la rabia que nos produce ver a nuestro presidente presumir de su deber para con nosotros defendiendo nuestros supuestos intereses junto a los «salvapatrias» encanallados de Blair y Bush. Gracias pero no, no en mi nombre. Dice nuestro presidente que teníamos que lamentarnos por los torturados, los asesinados, por las víctimas de Sadam. Es tan obvio que lo hacemos señor Aznar que tal vez por eso ha querido darnos una lección de humanidad añadiendo a esas muertes y crueldades, las muertes y las crueldades de esta guerra. Retuercen tanto el lenguaje que nos quieren volver del revés, pero los daños colaterales tienen nombres y apellidos. Yo también me pregunto por los derechos humanos enterrados en tantos lugares que sin petróleo parecen no ser tan «peligrosos» como para rescatarnos de su infamia por nuestros gobiernos benefactores. ¿Para cuándo el derecho a un juicio de los presos de Guantánamo, señor Aznar? ¿Se lo ha preguntado al supuesto defensor de los derechos universales, el señor Bush? Ya basta, estamos saturados de tanta pantomima, de fotos para la historia, de bombarderos que cruzan nuestro país como si hicieran maniobras simuladas. Sabemos que van a matar: que ya lo han hecho. En lugar de crispar aún más las cosas paren este genocidio, y pongan ustedes a los que matan y a quienes los apoyan el adjetivo que se merecen. Queremos que pare esta guerra, todas las guerras.Nos merecemos políticos más inteligentes, pero quienes nos representan tienen la tentación de tomar nuestro voto como un voto en blanco y hemos salido para decirles que se equivocan. No todo vale. Este progreso a cualquier precio me produce estupor y tristeza. La gente me amarga la boca y las vísceras. Ya no más silencio. El 20 de marzo además de empezar la guerra contra Irak, empezó una derrota humana. No habrá vendedores ni vencidos porque ya todos hemos perdido. Cuando el futuro de la humanidad no pasa por la diplomacia ni la paz, cuando para «salvarnos» los iluminados salvadores tiñen de sangre nuestra Tierra no pueden esperar nuestra comprensión, no quiero esa paz de muerte, ni más petróleo por sangre. No me fabriquen el futuro sobre el cadáver de otro ser humano. Dirán que vivimos en la utopía y se equivocan nuevamente. Creemos que otro mundo es posible y caminamos hacia él. Hace tiempo que con «pan y circo» no es suficiente, ya no miramos hacia otro lado. Me venderán el resultado de esta guerra como un gran éxito y un mal menor, pero habrán matado a mi madre, a mi hermano, a mi hijo para ofrecerme, eso sí, muy dignamente, ayuda humanitaria. Ya basta. Digámoslo para que nos oigan y nos escuchen, para parar esta atrocidad. Grito no a la uniformidad del pensamiento y sí a la pluralidad de este no a la guerra que a muchos seres de este planeta nos da valor para mirar a nuestros hijos a la cara sin rubor.

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