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Publicado por
Manuel Alcántara
León

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La primera aspiración de cualquier iraquí es no morir bombardeado y la segunda no morir de sed. Corre allí más sangre que agua y esa carestía coincide con el grito inútil de la inútil ONU alertando de una crisis mundial. El agua, «útil y humilde y preciosa y casta», que decía un tal Francisco de Asís, que reclutó muy pocos seguidores, seguirá decreciendo. Le echan la culpa al cambio climático, pero había que echársela a que los hombres no cambian. El Foro del Agua asegura que el ritmo de consumo es insostenible y los conflictos por su control amenazan la estabilidad de más de cincuenta países del mundo. ¿Cómo sería el mundo con menos guerras y con más agua? No bastan los programas de desaladoras, ya que lo que habría que desalar son los manantiales de odio. Patinaron ligeramente los generales del Pentágono que le garantizaron a Bush una guerra «corta y avasalladora». El presidente norteamericano, que no tenía derecho a declararla, tiene derecho a reunirlos ahora y cagarse en sus respectivas madres por orden alfabético. Mientras más dure el conflicto y veamos más fotos de niños destripados, más crecerá la hostilidad planetaria hacia el imperio. Entre nosotros es evidente. El comisionado de la ONU para los refugiados le reprocha al presidente Aznar que haya optado por la «solución bélica». Los diputados del PP desertan de la monstruosa «obediencia debida» y a Ruiz-Gallardón no le dejan hablar para defender lo indefendible. La han hecho buena con esta mala guerra. Irak recibe cinco mil «hombres bomba»: palestinos, egipcios, sudaneses, libaneses, se disponen a inmolarse. ¿Por qué no se inmolará nunca un político de esos que el estrépito mayor que han oído en su vida es un portazo en su despacho? «El corazón del mundo está herido de muerte por la decisión unilateral de Bush», dice Carlos Fuentes, que habla del «petropoder». Muere Eduardo Úrculo, con el que José Luis Garci y yo teníamos tramada una suntuosa fabada, que también pide agua. No podremos vivir en paz, ni hablar de otra cosa, mientras siga esta maldita guerra.

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