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el balcÓn DEL pueblo

Dios está de vacaciones

Publicado por
León

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DECIMOQUINTO día de tinieblas en Irak. La guerra estrena hoy su decimoquinto día de horror y muerte. Sigue lloviendo fuego y metralla sobre Bagdad, Karbala, Najad, Nasiriya, Kirkuk, y los ríos Tigris y Éufrates bajan barrados de dolor, vomitonas y sangre. Fuego y metralla que dejan desventrados a niños, mujeres, campesinos, a la sociedad civil que el régimen brutal de Sadam Huseín mezcla con los milicianos, y los buitres aliados los abaten como a palomas. Es la cara real y negra de la guerra de Irak. De todas las guerras. No es la guerra de «fuego amigo», ni de bombas inteligentes, ni de liberaciones, ni de paraísos futuros. Al final, como en todas las confrontaciones de muerte, los cadáveres se apiñan como fardeles en fosas comunes, se desjarretan familias, crece el odio, el resentimiento, la destrucción y el caos. Y así será hasta que una parte aplaste a la otra, mientras los gobernantes amparen la barbarie. La amparan Sadam Huseín y la amparan Bush, Blair y Aznar, cada uno en nombre de su dios y de valores que colocan por encima de la vida. Bush pide que «Dios siga salvando a América» y Sadam que «Dios es grande», mientras continúa la carnicería. El primero no dará marcha atrás hasta la rendición total, cueste lo que cueste, en tiempo, dinero y vidas; y el tirano llama a la «yihad» prometiendo un cielo de jardines, agua fresca y vírgenes a todo el que muera en el campo de batalla. Pero Dios no les escucha. Está de vacaciones. ¿Cómo Dios va a escuchar a quienes amparan el horror, sea jefe del Imperio, dictador amoral o mulá que predica desde el púlpito con un «kalasnikov» a modo de hisopo?. Pero hay imágenes que no dejan lugar a dudas. Esta guerra es ilegal, injustificada, indecente y desproporcionada. Lo gritarán hoy, decimoquinto día de tinieblas, los leoneses en la manifestación convocada por el Foro Social. Pedirán de nuevo que se pare el novísimo apocalipsis en Irak al que asistimos sobrecogidos. Pero lo gritan aún más esas imágenes pavorosas que emiten las televisiones y publican los periódicos. Ahí está la niña Azra, seis añitos, sin luz en los ojos, la cara abrasada, sin brazos, destripada por las bombas, las mismas que produjeron la muerte a su padre, su hermano, su abuela, su tía y tres de sus primos. Ahí está el alarido de ese iraquí con sus hijos muertos metidos en un cajón, manos al cielo, y preguntándose: ¿Por cuál de ellos debo llorar?. La barbarie va a continuar. Escenas como las descritas serán cotidianas. En esta guerra, como en todas las guerras, se mata para no morir. No importa quiénes sean las víctimas: niños, mujeres, campesinos... a los que se utiliza como escudos para que la espiral de espanto no se detenga, para dar cobertura a los milicianos y éstos puedan abatir a los aliados, y éstos a los otros. Es la rueda de la muerte. Una rueda que los leoneses desean que se detenga. Lo pedirán hoy, de nuevo, en la manifestación. Dios puede estar de vacaciones, pero los leoneses insistirán en su tenaz plegaria de «a Dios rogando y con el mazo dando».

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