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Castilla, León y el juego político de las fundaciones

Publicado por
Laureano M. Rubio Pérez, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de León
León

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Acabo de leerlo: el PSOE de León, o mejor el candidato a alcalde por la ciudad de León, dice que ni fundación Villalar, ni fundación Cortes de León, sino que fundación Ciudad de León. No dudo de la buena intención y finalidad de éste y de los otros proyectos, pero lo que no puedo admitir como historiador y ciudadano independiente políticamente que, siguiendo los pasos de determinados nacionalismos excluyentes de ingrato recuerdo, se utilice la Historia, el pasado histórico, el patrimonio histórico y las señas de identidad diferencial leonesas para prostituir o aniquilar el viejo Reino de León como unidad territorial, político administrativa y sentimental que se mantuvo operativa desde el siglo XI al XIX; un reino que aparece referenciado en toda la documentación y en instituciones leonesas como las Juntas Generales de Tierra, el Real Adelantamiento de León o el Derecho Consuetudinario Leonés; un reino, en fin, que sirvió de referencia e identificación de cientos de generaciones de leoneses que se identificaban en la documentación como naturales de la comarca y adscritos administrativamente a la jurisdicción, a la provincia de León o de El Bierzo y, siempre, al Reino de León. Dicho esto, todo parece indicar que la Junta de Castilla y de León tiene la intención de crear una fundación que, bajo el nombre de Villalar, aglutine a castellanos y leoneses con el objetivo de fomentar y consolidar un sentimiento autonómico, inexistente en la actualidad más por parte de los segovianos, avulenses, y salmantinos, que incluso por los leoneses. Pero, esto no sólo es tarea harto difícil, objetivo de larga duración que en modo alguno se podrá lograr desde la imposición desde arriba y desde el centralismo administrativo, económico y cultural de Valladolid. Al contrario, puede resultar contraproducente, por mucho que la mayoría de unas Cortes Autonómicas, con escaso arraigo en el pueblo, lo imponga, en tanto en cuanto no sólo pretende, a nuestro juicio, generar un nuevo centralismo a base de no reconocer e ir eliminando progresivamente la identidad diferencial y los derechos históricos del Reino de León y también del Reino de Castilla. La vía seguida a mi modesto entender es equivocada pues en este tipo de cosas habría que ir hacia la integración mediante lo que nos une y desde la descentralización o reconocimiento práctico de las señas de identidad diferencial. En esta tesitura, el proyecto de la Junta, en pleno proceso electoral, hizo zozobrar y metió en un buen apuro a más de uno, a todos aquellos que, sabedores del sentimiento de la mayor parte de los leoneses, tienen que ser leonesistas en León y castellano-leoneses en Valladolid. Pero, como siempre, para salir de este lío las fuerzas políticas tienen su propia respuesta. El PSOE propone que a la vez que se apoye a Villalar se cree la citada fundación Ciudad de León a fin de aglutinar los sentimientos provinciales en torno a su capital de provincia. Buen invento, pero no se si saben los artífices de tal idea que esta ciudad a lo largo de la Historia no sólo no aglutinó nunca el sentir de los habitantes del Reino de León, más allá del papel administrativo, muy reducido con anterioridad al siglo XIX, sino que con frecuencia era vista como centro del poder opresor de la Corona y de nobles y rentistas, desde la perspectiva fiscal. Los propios pueblos que la rodean se procuraron, ya desde la Edad Media, la forma de defenderse de la ciudad leonesa mediante la creación de las correspondientes Hermandades (Valdoncina, Regueras, Sobarriba, etcétera). Posteriormente, las reformas liberales administrativas del siglo XIX, incapaces de eliminar el poder de los concejos y juntas vecinales leonesas, y una vez que borran del mapa el Reino de León, crean la Diputación con el objetivo de que sirva de institución que tutele y aglutine al mundo rural y a la sociedad leonesa fundamentalmente rural. Pero, hasta esta institución, creada en su día como órgano de representación territorial y comarcal, hoy ni es «democrática», ni tiene realmente en la práctica la representación directa de las comarcas leonesas. No lo digo yo, lo dijo y escribió Matías Llorente, diputado y buen conocedor del medio rural al que representa dignamente a través de un sindicato agrario. A su vez, y a la espera de la propuesta del PP, la UPL desde una postura coherente con sus principios programáticos se opone a la fundación Villalar, a sus métodos y a sus objetivos. Sus razones son defendibles y válidas, salvo cuando se pretende obviar, valorar y sacar del contexto temporal, político, social, económico y mental, un movimiento político «revolucionario» como el de las Comunidades de Castilla. Un movimiento que, inserto en las primeras décadas del siglo XVI y en la lucha por el poder, a raíz del vacío de poder regio después de la muerte de la reina Isabel, tuvo en su desenlace importantes consecuencias para el futuro de las tierras y de las gentes de la Corona de Castilla.. Dadas las condiciones del momento fue un movimiento eminentemente urbano, por el control del poder urbano y sólo al final en su «reacción termidoriana» estalla como movimiento antiseñorial en los territorios castellanos, en los que los señores intentaban «apretar las tuercas» a sus vasallos. En la provincia leonesa y en el resto de las tierras del viejo Reino de León el movimiento apenas tuvo incidencia, salvo en ciudades como Zamora o León donde la lucha interna entre las oligarquías rentistas por el control del regimiento o del poder municipal y por otros privilegios llegó a enfrentar incluso a grandes familias como los Guzmanes y los Quiñones. En este Reino el poder local estaba en manos de los concejos y de los gobiernos concejiles de los pueblos y villas y la realidad diferencial de estas tierras y de estas comunidades concejiles es la principal razón por la que , a diferencia del Reino de Castilla, aquí el movimiento comunero no tuvo incidencia destacada en el hegemónico medio rural. Ello no quiere decir que la ciudad de León no tenga aún la obligación de saldar su deuda con dos de los más insignes revolucionarios comuneros: Ramiro Núñez de Guzmán y Fray Pablo de Villegas, prior del convento de Santo Domingo. A diferencia de estos que fueron perdedores, al Conde de Luna, sin duda el mayor depredador de los pueblos y vasallos leoneses, la ciudad le dedicó una plaza. Paradojas de la Historia. Desde estas reflexiones, mis reflexiones, pienso que todos los proyectos pueden ser válidos, siempre y cuando sirvan para elevar nuestras señas de identidad, nuestra cultura y nuestros compromisos con el futuro, como comunidad autónoma de Castilla y de León, o como comunidad autónoma leonesa sola. De todas formas creo que ya es hora de escuchar a la Historia y de recuperar el nombre y el viejo título de Reino de León y de que junto a una posible fundación de las Comunidades de Castilla, nombre más acertado que el de Villalar, cabría otra fundación bajo el nombre de Reino de León. Ahora bien, si todas estas posibles fundaciones van a servir para aumentar la burocracia y los cargos políticos con sueldo a costa del erario público en una Comunidad Autónoma que carece de un centro público asistencial para minusválidos físicos y de otros centros asistenciales, etcétera, etcétera, que quede la cosa como está, sobran las fundaciones, sobre todo aquellas que se proyectan en momentos de campaña electoral.

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