Diario de León
Publicado por
Rafael Guijarro
León

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Son curiosos los efectos devastadores de la mala educación. Toda la campaña socialista sobre el Prestige se vino abajo cuando un metepatas dijo que si necesitaban más votos hundirían más barcos, o ese brindis de otro a favor de una guerra larga, sangrienta, con muchos muertos civiles, para apuntillar al Gobierno. En realidad ni siquiera son razonamientos políticos, sino comentarios de barra de bar en un momento de euforia, propios de gente maleducada. A la ministra de Exteriores, un maromo le espetó que el cáncer la había dejado con secuelas mentales y que por eso justificaba las matanzas de inocentes. Esas personas que se pasan dos pueblos cuando están hablando en público, a lo mejor es que nadie las ha enseñado a comportarse delante de los demás, o en los sitios en los que pueda haber una cámara de televisión o un micrófono abierto. El otro maromo que se abrazaba al jamón obtenido en el saqueo a unos almacenes, después de una manifestación por la paz de Barcelona, iba tan pendiente de no perder la pieza que no le dio tiempo a darse cuenta de que esa noche abriría los telediarios de medio mundo y fastidiaría a los organizadores de la manifestación. La democracia y la cultura de la imagen agrandan la labor de los metepatas. Lo primero que se piensa es que: si uno es así, lo serán todos los que van con él. Y lo segundo, que: si los que van con él no gobiernan bien lo suyo, cómo van a gobernar bien lo de todos. En un plisplás, todo un trenzado de discursos, gestos, posicionamientos favorables o contrarios, se viene abajo con un solo metepatas maleducado. A los socialistas les está pasando que les sacan los ojos los cuervos criados por ellos con los planes permisivos de educación. De repente aparecen en la vida pública unos especímenes de hombre recién bajado de los árboles, la ESO, la Logse y otros inventos, que los han convertido en muy suyos y muy de izquierdas, pero también en muy brutos para la convivencia con el resto de los humanos.

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