Diario de León
Publicado por
Francisco Burguera
León

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Según pasan los días, el entusiasmo y la firmeza con que el presidente Aznar defendía la participación de España en la guerra de Irak y su plena identificación con la política de Bush, parece ser que comienzan a flaquear. Mientras que Aznar postula mayor peso de las Naciones Unidas en la reconstrucción de Irak, Colin Powell aboga por limitar el papel de la ONU. Por otra parte, nuestro primer ministro, según ha declarado, desea que al finalizar la guerra se restituya al pueblo iraquí la soberanía «para que pueda decidir por su propio país, para que pueda manifestarse libremente». Sin embargo, el Congreso de los Estados Unidos trata de evitar que París, Berlín y Moscú, participen en el reparto del botín de Irak al finalizar la guerra. ¿De qué se trata, entonces?. ¿De una guerra de liberación para devolver a los iraquíes la libertad y que puedan decidir con autonomía sobre su futuro o de conseguir, tras la victoria, un botín a repartir entre quienes decidan los que declararon la guerra en las Azores sin contar con las Naciones Unidas? De otro lado, nos encontramos ante las siguientes circunstancias: Bagdad desea que se juzgue como criminales de guerra a los promotores de la contienda, que no son otros que Bush, Blair y Aznar. Mientras, en España, el cardenal Rouco, presidente de la Conferencia Episcopal, ha declarado que «a favor de la paz están todos los católicos y las palabras del Papa son vinculantes en nombre de la verdad moral y de la fe». Tenemos que el presidente Aznar se encuentra ante la disyuntiva de elegir entre la doctrina expresada por el Papa de Roma, Juan Pablo II, como católico practicante, o plegarse, como político también practicante a los deseos del papa de Washington. «That"s the question». Porque, ¿sabe a estas alturas qué es lo que quiere el presidente del Gobierno español? ¿No peca de iluso cuando pide que al finalizar la guerra se restituya al pueblo iraquí la libertad para decidir su futuro?. ¿En qué mundo vive nuestro primer ministro?

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