La margarita de la guerra Ciertas actitudes de la Iglesia católica Adiós al gran amigo Joaquín González Vecín La estación deSanIsidro sí funciona

Le dirijo estas líneas para felicitar al profesor Venancio Iglesias Martín por su valiente escrito del 31-03-03, «Desojando la margarita de la guerra». Es lo más sensato, ponderado y conforme al sentido común que he visto escrito desde que se empezó a hablar y escribir sobre la maldita guerra. Pone a cada uno en su sitio, cuando tanto la mayoría silenciosa como la bullaguera parecen haber perdido las coordenadas y la sindéresis. La sensatez de las reflexiones del profesor Iglesias se está echando en falta demasiado a menudo, no digo ya en la gran masa, que suele carecer de la misma; yo la echo en falta, sobre todo y fundamentalmente, en los responsables públicos:a éstos se les exigen respuestas adecuadas, no salidas de pata de banco, como las que sufrimos cada día. ¿Quién se está aprovechando de este río revuelto? ¿Quién está manipulando descaradamente los sentimientos de las masas y la inmadurez de los grupos de jóvenes, menores en colegios e institutos ...? No tardaremos en lamentar tanta irresponsabilidad y tanta falta de buen juicio. Al profesor V. Iglesias le digo: ¡ego quoque tecum!. S.P.C. Bodelón (Ponferrada). El pasado día 16 de marzo, a las cinco de la tarde, en la iglesia parroquial de Trobajo del Camino, asistí a las exequias en memoria de una niña de trece meses fallecida el día anterior. Atónitos escuchamos cómo el sacerdote al subir al púlpito dijo lo siguiente literalmente: «Que sepan que no tengo obligación ninguna de oficiar misa en domingo de Cuaresma (cosa que efectivamente cualquier católico sabe) y que además habría que ver si el niño estaría bautizado o no». Más adelante dijo: «Y ya verá Dios dadas las circunstancias qué destino tendrá para la criatura». En ese momento varias decenas de asistentes abandonaron la Iglesia y hubo abucheos. Y digo yo, hombre de Dios, en qué cabeza de cualquier católico (en este caso) cabe que el alma de una criatura de apenas trece meses de edad no esté en el sitio más cálido y recogido del Ser Supremo. Ya que iba a dar el responso de cualquier manera, ¿qué necesidad tenía usted de hacer más difícil el trágico trance a la familia? ¿Es esta toda la sensibilidad, la compasión, la solidaridad que se debe mostrar en un momento tan díficil y la humildad que usted ha conseguido en todos sus años de vocación? Y seguro que después usted es de los que además se queja y extraña del progresivo abandono que están sufriendo los oficios celebrados por la Iglesia católica. Luis Vidal (León). Me entero de la muerte de Joaquín González Vecín, compañero y fraternal amigo desde hace muchos años. Compartimos fundamentalmente ideas. De lo mucho que aprendí de él, quizá la mejor lección que ha dictado, ha sido la última, la esperanza de vivir, que no perdió ni al final de sus días. Amaba la vida. Quiero recordar la ayuda que me prestó hace unos años en momentos depresivos que yo pasé. Me dijo tan sólo: «César, lo que importa es vivir». César Roa Marco. (León). Sí, San Isidro funciona y funciona muy bien. Esto lo puedo decir con conocimiento de causa. En un plazo de quince días ví cómo dos compañeros y amigos sufrían sendos accidentes, teniendo que ser recogidos en camilla y posteriormente en ambulancia. Así que fui testigo de cómo en menos de dos minutos en ambos casos acudía un pistier (vigilante de pistas) y acto seguido llegaban tres empleados especializados para estos casos con una moderna camilla. Y ví también con el cariño y la amabilidad con que trataban al herido y con la precaución y la facilidad que lo colocaban en la camilla y con la rapidez que lo conducían hacia la salida de Riopinos a Cebolledo, donde ya la ambulancia estaba esperando. Así que observando estas dos actuaciones y pensando en uno mismo, deduces que si -esquias en San Isidro te puedes sentir que estás bien atendido y bien tratado, y esto es lo que te hace pensar que San Isidro funciona. Carlos Fernández Alonso (León).