Diario de León
Publicado por
Fernando Ónega
León

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El sábado hubo gran ceremonia del Partido Popular en Santiago. Fue uno de esos actos que se celebran para dar moral a la sufrida militancia. Supongo que lo habrán conseguido, aunque yo he visto a José María Aznar muy a la defensiva. Parecía al ataque cuando saltaba a la yugular de Zapatero, emparentándolo con Izquierda Unida, como viene haciendo «para avisarnos que vienen los rojos», como decíamos aquí el pasado viernes. Pero, en el fondo, es un hombre a la defensiva, que siente el acoso del ambiente. Yo noté que pasaba algo, primero, porque lo anunciaban los periódicos. Y, segundo, por la cantidad de policías y guardias de tráfico que había por la calle. La prensa local anunciaba el acto y las extraordinarias medidas de seguridad. Y al final de la crónica, se avisaba que se iba a mantener una especial vigilancia, para que ni siquiera se acercasen «los sospechosos de no ser simpatizantes con el partido». Ahí descubrí una nueva categoría de ciudadano que tenemos en la España de la tensión: el «sospechoso de no ser simpatizante». En los tiempos que corren, es un ciudadano sumamente peligroso si hay ministros cerca. No es que vaya o poner un cóctel molotov en las proximidades. Es que puede acercarse y gritar «Aznar dimisión» y algo mucho más subversivo: «No a la guerra». En algunos actos ha pasado. Las órdenes dadas a los responsables del orden público es que nunca se vuelva a cometer una tropelía similar. Desde entonces, no hago más que preguntarme cómo detectarán a los nuevos sospechosos nuestros sagaces y siempre mal pagados agentes del orden y la autoridad. Tienen que estar dotados de un fino instinto para llegar a la sublime conclusión: ojo con ése, que no parece del PP. Ayer, que volví a Santiago, le he encargado a mi mujer que me pusiese el traje nuevo, con reluciente corbata y los zapatos hechos un pincel. Me afeité con esmero. Me peiné como en los viejos tiempos. Hay que estar prevenido. En una de éstas, te desaliñas un poco y te toman por un pacifista.

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