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Publicado por
J. F. Pérez Chencho
León

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Lucía boina sin capar. Como mi padre, como el suyo, como Gelucho, ex corregidor azul de Vegaquemada, como tantos y tantos campesinos y ganaderos que no la atornillaban, sino bajo la cual manaban ideas y genialidades, modos y comportamientos. Sólo creen que atornillan la boina los imbéciles que aún desprecian lo que ellos llaman «gente del gachi». Imbéciles. No era, qué va, una txapela a lo vasco. Era una boina a lo leonés. Fue hace no más de una veintena de días. Me habían acribillado en el Hospital de León con analítica, ecografía y biopsia, por mandato del doctor Tomás de Francisco, que además de gentil galeno es sabio reconocido en su materia. El doctor Valderrábano me colocó en el filo de la nada, con desmayo fugaz incluido. Me acompañaba el fiscal-jefe, Félix Herrero, en un ejercicio pleno de amistad. Cuando regresábamos, Joaquín González Vecín salía de la zona de temblores: el pabellón de Oncología. Con su boina, su sonrisa a media asta, y su aquietada serenidad, nos dijo: ¿Qué os trae por aquí?. Sea lo que sea, no dejará de parecerme una broma. Tomarlo con filosofía. Mis médicos me aseguran que soy un cadáver vivo. No les creo. Me quedan muchas batallas que librar. Tenían razón sus médicos. Joaquín González Vecín, 57 años, profesor titular de Geografía Humana, edil del Ayuntamiento de León en dos legislaturas (91-99) por IU, hijo de la soledad y del viento inasible de Vilasinde, casi a la sombra oblicua de Vega de Valcarce, murió el domingo en Madrid. Llevaba tres años largos librando su particular batalla, a lo Séneca, contra el cáncer. Al final, como el sabio cordobés, no resistió el veneno de la vida. Y se ha ido. No dejó ningún mensaje en los móviles. Queda, sin embargo, el currículum de su trayectoria humana, científica y política. Se doctoró en una materia con diagonales: en Geografía. Obtuvo el título en la Complutense de Madrid y de ahí asentó su magisterio en Vegazana, como profesor titular de Geografía Humana. Pero González Vecín llegó con unas alforjas repletas de revolución. La revolución que buscaba en un sueño imposible Manuel Jular, dibujadas en aquel mulo de San Froilán con bandera republicana. Fue un activista sereno y constante. Y sufrió, como otros muchos históricos, la purga de los arribistas, alguno de los cuales acabó como corregidor de derechas del tercer municipio leonés. Joaquín G. Vecín fue paciente para aguantar las tempestades.Y obtuvo el premio de ser elegido concejal en dos legislaturas. En el ocaso del siglo, dijo adiós a la vida política. Permaneció en pie, como los árboles de Alejandro Casona, aunque sabía que su tronco estaba carcomido. No comparto el verso de Alberti: «Pálida geografía que, hoja a hoja, se iba volviendo, sin saberlo, roja», con el que le recuerdan sus compañeros políticos. González Vecín fue rosa roja siempre y creció, además, por encima de todas las tierras altivas, sin dejar de ser humana su propia geografía.

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