TRIBUNA
La corporación «puja» la Soledad
Cuando sobre las diez de esta noche de Viernes Santo, reanudada la procesión del Entierro, la corporación municipal tome las andas del paso de la Soledad y ocupe algunos de sus brazos durante unos centenares de metros en los alrededores de la basílica de San Isidoro, el Ayuntamiento estará cumpliendo una de sus tradiciones seculares, de las que el alcalde debe mostrarse siempre celoso cumplidor. La solemne y oficial procesión del Entierro, que en este entorno se muestra nocturna y oscura, auténticamente fúnebre como corresponde al momento representado, con los cofrades de la Minerva y Vera Cruz encapuchados, parece alterada para los muchos espectadores que en este lugar se concentran con la presencia municipal. Los distintivos municipales, particularmente el colorido de la banda con la bandera nacional y los rostros descubiertos, rompen el rigurosísimo luto de la procesión. El público, los espectadores de la procesión, se sorprenden a veces con ello e interrogan a los próximos buscando porqués. La explicación es sencilla. El Ayuntamiento de León única y exclusivamente está manteniendo uno de sus antiguos gestos protocolarios con este episodio singular que está total y absolutamente documentado en los anales municipales. Publicado está en libros que tratan acerca de la Semana Santa y sus procesiones, cómo desde 1640 el Ayuntamiento, presidido en tal fecha por el corregidor Fernando de Valdés, se ha obligado a asistir a la procesión de la Vera Cruz; es más, se convirtió en patrono de ella, y ocasión hubo en que debió intervenir para solucionar algún conflicto surgido. Paralelamente, en aquel mismo siglo XVII, una época de profundas afirmaciones de protocolos, cuatro concejales o regidores en el vocabulario de entonces llevaban sobre sus hombros la imagen de la Virgen de la Soledad, de la cofradía de las Angustias y Soledad, durante la procesión del viernes. Y de nuevo hemos de recurrir a ese tesoro documental que es nuestro Archivo Municipal para hallar cómo en 1824, por ejemplo, son designados los concejales que han de portar la imagen, costumbre que como textualmente se cita, viene de muy antiguo, según he publicado recientemente en Políticas Ceremonias de la Ciudad de León. Siglo XXI. Así pues nos hallamos ante dos costumbres y dos cofradías diferentes: el Ayuntamiento asiste oficialmente a la procesión de la Vera Cruz y el Ayuntamiento lleva la Virgen de la Soledad de la cofradía de Angustias y Soledad. Cuando ambas cofradías firman en 1830 un protocolo mediante el cual una u otra organizarán la procesión del Entierro en años pares o impares, costumbre que se sigue manteniendo en la actualidad, el ayuntamiento asume en esta procesión las dos seculares costumbres que mantenía con ambas cofradías, independientemente de la advocación organizadora. Así, desde 1830, el ayuntamiento de León acude oficialmente a la procesión del Entierro de Cristo -costumbre heredada de la Vera Cruz- y lleva la imagen de la Soledad, que es costumbre heredada de Angustias y Soledad. Portar la imagen de la Virgen de la Soledad es un inmenso honor para el alcalde y la Corporación. Pero, por encima de nombres propios, el honor es para la institución, honrada y reconocida desde hace siglos por las cofradías, y nosotros estamos obligados a proseguir el cumplimiento de las tradiciones que definen y caracterizan al pueblo leonés. Es ésta una costumbre que ha ido evolucionando a lo largo de los dos últimos siglos. Primero, la corporación municipal llevaba la imagen durante todo el recorrido procesional; más tarde se limitó a sacarla de la iglesia al inicio de la procesión y a volverla a entrar en el templo a su finalización; y por último se limitó a portar el paso de la Soledad durante un tramo del recorrido urbano en función del itinerario de la propia procesión según señalase la cofradía organizadora. Desde hace doce años el ayuntamiento, al pasar frente a San Isidoro, toma la imagen de la Virgen de la Soledad durante un tramo del recorrido urbano en la procesión del Entierro organizada por la cofradía de Minerva y Vera Cruz. Esta noche lo volverá a hacer. Porque este gesto forma parte del tesoro de nuestras tradiciones, quizá poco conocida para los leoneses, pero el alcalde de León tiene también un compromiso secular con la institución a la que representa para preservar, mantener y acrecentar los protocolos y costumbres que definen singulares rasgos de nuestra querida ciudad.