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Vecín, de evidente y callada dignidad «La penúltima román-tica», una gran novela No a León en la Fundación Villalar

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León

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Se llamaba Joaquín González Vecín, pero en el ámbito universitario y de la ciudadanía leonesa se le conocía por Vecín, en tanto que en el berciano pueblo de Villasinde, su pueblo, con cariño, admiración y hasta con devoción era Joaquinito o Quinito. Y se ha ido, en Madrid, ciudad a la que había acudido, agudizado el mal que padecía, por exigencias de una sencilla operación de microcirugía, y en la que había vivido con entusiasmo sus años premozos y mozos. Sí, se ha ido, en primavera, el domingo seis de abril, a escasos días de Terenci Moix y Eduardo Úrculo, y muy cercano, a su vez, del joven periodista Julio Anguita Parrado y del no menos joven cámara José Couso, sin odiosidad, en silencio, con un corazón a tope de buenos sentimientos y proyectos solidarios en marcha, igualmente que siempre, golpeado por un cáncer que llevó con dignidad nada frecuente durante un trienio largo, intentando soportar o vencer tan cruel mal de pie, activamente, según lo avalan, entre otros hechos, su recientísima presencia en las aulas y su participación todavía en una de las últimas manifestaciones en contra del genocidio, la sin razón e ignominia de la guerra contra el pueblo irakí so pretexto de liberarlo del siniestro tirano Sadam Hussein por parte del omnipotente sátrapa George Bush y sus adláteres Toni Blair y José María Aznar. Se hallaba débil, en efecto, sin embargo no se había desvestido del ropaje del humor y con su invariable verbo sereno y sonrisa flotante comentaba que en caso de tener que salir corriendo de la manifestación. «A mí me cogerían antes que un perro con tres patas», decía. Nos reímos al tiempo que él y todos los congregados con él (a dos pasos de nosotros se encontraba María José, su esposa, vigilante eficaz e incansable de su padecimiento, con un ojo puesto en él y otro en las amistades que la acompañaban) confiábamos en que remontase la primavera, mas ésta con sus aromas cumplidos nos defraudó a todos. Se llamaba Vecín y ha sido hasta el momento presente y durante ocho años (1991-1999) el último concejal de IU en el consistorio leonés. Y a nadie debería extrañar la valía de este comunista coherente, «concordioso» y generoso, como bien conocen las precarias arcas de la nombrada coalición; valía que no han sabido o no han querido reconocer algunos de sus compañeros provinciales de viaje político. Una lástima, pues tenían (y tienen) tanto que aprender de este político atípico, enemigo de marsupiales oratorios, cortés y comedido, sin afanes protagónicos, ni arribismo al uso, profesor en la universidad leonesa, tras su paso por el Colegio Universitario de Toledo, de la Geografía Humana de la cordialidad, la tolerancia, la coherencia, recalco, y la bonhomía. Porque Joaquín era esencialmente un hombre bueno. Si la mayoría de los políticos -ya no digo todos- se pareciesen a él, la política resultaría más atractiva y mejor considerada por el ciudadano de a pie. Y digo lo último con la convicción plena de quien gracias a él, y sólo a él, se decidió a formar parte de una lista electoral y aceptar una concejalía en el ayuntamiento faberense en el período 1991-1995, en calidad de independiente en la precitada coalición, algo de lo que nunca he de arrepentirme. De manera que pensando en él y en otros comunistas tan conviventes y coherentes que la vida ha puesto, por fortuna, en mi camino, tal es el caso del fenecido profesor Eloy Terrón o el del editor Jesús Moya con su cohorte de gatos entre sus inseparables libros y rescatando migajas de pan para las palomas y los pájaros vecinos, me atrevo a suscribir sin reticencia alguna el mensaje de Proudhon: «Los comunistas están conmigo, aunque yo no sea comunista, y yo estoy con ellos, porque sin que ellos lo sepan, no son más comunistas que yo». Gracias, Joaquín, porque con tu concordia permanente has hecho crecer las cosas pequeñas entre nosotros y no has arruinado las grades, que diría Salustio. Cuando vaya a Busmayor, mi pueblo, visitaré Capeloso, el monte compartido con Villasinde sobre el que tantas veces hemos puesto palabras y sentimientos. Gracias y todas las papoulas de esta asustada primavera para ti: «Me repugna y me crea desasosiego el hambre en el mundo». Carmen Busmayor (correo electrónico). Ana Rodríguez Fernández, vecina de Ponferrada, dice:«Quiero dar una felicitación a la señora doña Olga Bonj, autora de la novela berciana La penúltima romántica. Esta glamurosa mujer, hermana del señor alcalde de Bembibre, para mí tiene un mérito tremendo escribir la novela tan sensible, tan bonita y tan dulce que ha escrito. Se la recomiendo a todo los que la puedan leer, es una maravilla. Orgullosos se tienen que ver en Bembibre de contar con una escritora como ella y aquí, en El Bierzo, igualmente. Yo, a esta señorita la conocí hace años, fuí enferma suya, y es una maravilla de mujer, tiene unas dotes tremendas igual para la enfermería que para la escritura. Le doy mi más sincera enhorabuena. He sido una enferma de ella y me gustaría darle un abrazo muy fuerte y que siga escribiendo». José Vidales llama al Teléfono del lector y deja el siguiente escueto mensaje:«Pienso que León no debe integrarse en la Fundación Villalar. No tiene sentido».

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