Diario de León
Publicado por
Manuel Alcántara
León

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Lásctima que no le hubieran robado su carro de combate Abrams. El día 8 de abril abrió fuego contra el Hotel Palestina de Bagdad, causando la muerte de José Couso, cámara de Tele 5, y de un reportero de la agencia Reuter, que como nos pilla más lejos no deploramos con la misma intensidad. Ahora, después de las desiguales batallas, el capitán y sus hombres aseguran que no se les informó de que allí se hospedaban periodistas inermes y que «se sienten mal». Eso de sentirse mal es algo que sólo puede sucederle a los vivos. Los muertos pasan a la indiferencia y les traen sin cuidado las cosas de la vida. Algunas confortadoras religiones aseguran que lo siguen viendo todo desde el cielo, lo que les hace suponer una excelente vista, pero hasta ahora nadie ha podido aportar pruebas. Debe de estarse tan bien a esas alturas que nadie ha regresado. El capitán responsable de la unidad de blindados de la compañía A, 4-64, tiene problemas de conciencia. Se disculpa por haber matado inocentes. Dice que todo crepitaba de flashes rojos. ¿Quién puede distinguir entre el fragor de la batalla? Cuando se está rodeado de lanzamisiles no se acuerda nadie de los presocráticos, ni siquiera de Kant, que dijo que lo que más le asombraba era la contemplación de la noche estrellada y la voz de su conciencia. De la noche de Bagdad no sabe qué pasó: se la ha tragado la noche. Lo que sí sigue sonando es la voz de su conciencia. Nuestra ministra de Exteriores, Ana Palacio, que siempre dice lo contrario de lo que quiere decir, salvo cuando no sabe lo que dice, ha manifestado que «aún en el caso de que fuera un error, no es una cuestión para condenar a un país». Como es natural, la familia Couso le ha pedido que rectifique, pero el que debía rectificar es el señor José María Aznar. No lo hará. Es el único español convencido de que el presidente del Gobierno de este país no puede equivocarse y ha puesto ahí a una señora, admirable en otros aspectos personales, que nos pone en ridículo durante las ocho horas que no duerme.

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