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Falan 33 días para las elecciones. Son elecciones municipales y autonómicas, la ocasión para que los electores juzguen la gestión de los políticos en ayuntamientos y gobiernos autónomos. Es éste un argumento muy manejado estos días por los dirigentes del PP quizá porque sienten como tiembla bajo sus pies la tierra de las encuestas. ¿Por qué temen que las elecciones del 25 de mayo puedan ser algo más que un simple test acerca de la gobernación de los entes locales o autonómicos? Pues porque pese al discurso oficial también ellos saben que los electores suelen aprovechar las citas con la urnas para dar a conocer su opinión acerca de los gobernantes y su talante a la hora de gobernar. La invasión norteamericana de Irak (rechazada por más del 90% de la población según la última encuesta del CIS), la displicencia inicial ante la catástrofe del Prestige y la arrogancia con la que fue promulgado el decretazo (que el Gobierno se vió obligado a retirar tras la huelga general) serán, sin duda, cuestiones que van a pesar en el ánimo de los ciudadanos a la hora de depositar el voto. Los primeros en saberlo, como digo, son los propios dirigentes del PP que ven cómo la deriva autoritaria seguida por el presidente Aznar les mengua posibilidades ante el electorado de centro. Aznar ha descentrado al PP porque está instalado en un discurso crispante impropio de quien tiene encomendada la gobernación de España. Él que no consultó a nadie para cambiar la política española en las Naciones Unidas y viajar a las Azores para apoyar a Bush y a Blair en la guerra de Irak, se duele de la oposición que hace la oposición. Ayer mismo -en un ejercicio que a mi modo de ver roza lo patético- decía que la oposición lamentaba que la guerra de Irak hubiera durado poco tiempo; oposición a la que al tiempo acusa de lo contrario: de haber convertido la calle en una pancarta en la que se exigía el fin de la guerra. Por eso digo que resulta patético. En fin, Aznar se va y lo que él diga o haga empieza a ser ya historia pasada. Pero algunas de esas últimas decisiones son un lastre para sus partidarios porque faltan 33 días para las elecciones y los miles de dirigentes locales y regionales del PP que se presentan a los comicios van a tener que pagar por errores políticos que ellos no han cometido. Por eso están molestos. Más incómodos que nerviosos, porque entre los munícipes y los diputados autonómicos (de todos los partidos) priman gentes de talante voluntarista que estan en la pol]tica por el afán de hacer cosas por su pueblo o por su tierra y confían en que sus paisanos se lo reconozcan. En el caso de los del Partido Popular, probablemente muchos de ellos figuraban también entre ese noventa y tantos por ciento de ciudadanos que estaban en contra de la guerra de Irak. Aznar no tuvo el detalle de contar con su opinión -ni con la de nadie- antes de hacerse la foto en las Azores. Dentro de 33 días conoceremos qué opinan de todo esto todos los españoles.