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Publicado por
Federico Abascal
León

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Las campañas electorales se sabe cuando terminan, pero no cuándo empiezan. Ayer anunció el PP el itinerario de mítines que recorrerá Aznar durante las dos semanas anteriores al 25 de mayo, la campaña propiamente dicha, pero nadie podría fijarle a esta campaña un inicio, que pudo ser al producirse la catástrofe del «Prestige» o al bendecir Aznar en Las Azores, junto a Bush y Blair, la guerra preventiva contra Irak. Pero la campaña de las municipales/autonómicas está en marcha y a muy alta velocidad, con Mayor Oreja y Javier Arenas dando ayer mítines, respectivamente, en Alcorcón y Córdoba, para que sigan hoy los tres vicesecretarios del PP, el preciado trío de delfines, junto a Arenas y en apoyo de Aznar, predicando los éxitos del Gobierno y las virtudes del partido. Como debe ser. Y todos los «populares», menos Aznar, procuran expresarse con la acritud imprescindible, mientras que el presidente levanta la piel de cordero con que se disfraza el PSOE para que vea el público que se trata de un lobo, es decir, de un peligro. Exagera notablemente Aznar en sus arremetidas contra la oposición de izquierda, pero es que están en juego muchos enclaves de gran importancia política, sobre todo Madrid, cuya comunidad autónoma ya da por perdida el Gobierno, que se niega lógicamente a ceder el Ayuntamiento, que se disputan Ruiz-Gallardón y Trinidad Jiménez. El primero se mueve en el hilo de un solo escaño, que le daría la mayoría absoluta, si lo consiguiera, o le llevaría a la oposición, si su adversaria se lo arrebatase. Va a ser durísima la batalla por Madrid, y sus efectos serían más negativos para el PP si no lograse de victoria que para el PSOE, si perdiera, pues los socialistas recibirían la comunidad como premio de consolación. Pero lo que a uno y otro partido más interesa en el resultado en toda España. Los «populares» aceptarían que los socialistas no les aventajasen en más de medio millón de votos, mientras que más de medio millón de votos a su favor sería recibido por el PSOE como un triunfo notable, muy alentador con vistas a las elecciones generales del 2004, y a las catalanes del próximo octubre, y posiblemente a las andaluzas anticipadas. Aunque se oye un rumor de navajas en este preludio ya semioficial de campaña, cada uno de los dos partidos mayoritarios conoce su responsabilidad política en asuntos de Estado, por lo que el navajeo entre ellos no se producirá en zonas de aconsejable entendimiento mutuo, como el País Vasco y, especialmente, Vitoria, cuya Diputación foral intentará mantener la alianza constitucionalista que ahora la preside. Álava sería de momento el único freno parlamentario al soberanismo del lendakari Ibarretxe.