Diario de León

Una anécdota del pasado Respuesta a Mechu El alcalde y la ciudad «virtual» Orgullo y satisfacción

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Ya ha publicado toda la prensa, como cada fiesta notable pasada, la estadística -que tiempo ha que ha dejado de ser «escalofriante»- de los muertos habidos en carretera por el «invento» favorito y preferido por el homo sapiens y llamado automóvil. Prescindir de él y no involucrarse en las batallas carreteriles... ¡Ni hablar! Antes morir que renunciar a los desplazamientos festivos. Los días de asueto, de ¿descanso? son sagrados; y no se puede renunciar a ellos ¡caiga quien caiga!. Los «signos de distinción» están por encima de toda desgracia habida y por haber. A este respecto cuántas veces me he acordado de lo que mi difunta madre (1890-1969) me contó. Y era que había visto el primer automóvil que tuvo León; adquirido éste por un potentado de la época, claro. Y que el primer recorrido que hizo fue hacia la plaza de Regla -la Catedral-, y al regreso unos mozos habían puesto unas cadenas desde una de las esquinas de la Diputación hasta el edificio de enfrente para obstaculizar la marcha del automóvil, porque auguraban los «mozos» que tal artilugio traería consigo muchas desgracias al hombre. Sobran comentarios sobre la «visión» de los mozos de principio del siglo XX. Alejandro Civera Crespo (León). Todos tenemos derecho a opinar. Por suerte vivimos en un país «democrático» y podemos expresar nuestro parecer. Y yo, señora Manzano, aunque discrepo con sus criterios, pero aún así los respeto, porque es mi obligación y porque soy educado y tolerante. Pero permítame esta crítica, ya que como decía L. Ribero: «La vida es como un eco, si no le gusta lo que recibe preste atención a lo que emite». Esa gente «armando bulla» con pancartas, como usted las describe, son personas que dan a conocer públicamente sus deseos y sentimientos, su repulsa al invento más maquiavélico del hombre: ¡la guerra! Expresan su indignación al señor Aznar, entre otros, que ha actuado en contra de los deseos de la mayoría de los españoles, anteponiendo su parecer al de su país. Y su frase no tiene desperdicio. Dice usted: «Si yo fuera el jefe del Estado, estos señores no estaban protestando en la calle». Lo que demuestra que, aparte de ser intolerante e insolidaria, también es usted «facha»... vamos, todo un dechado de virtudes. Jesús González Duque (Trobajo del Camino).

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