De aquellas lluvias...
En algunos análisis editoriales en periódicos claramente identificables con posiciones gubernamentales, y en la voz de dirigentes del PP tales como Mariano Rajoy o Manuel Fraga se han extraído, en las últimas horas, idénticas conclusiones del episodio que protagonizó un trabajador de la desaparecida empresa Sintel: los sindicalistas y los partidos «de la coalición de izquierda», como insiste en decir Aznar, han sacado a la calle a muchos ciudadanos con ocasión de la guerra, y han salido a relucir los más dañinos instintos, incluida la violencia contra sedes y militantes del PP. Pues bien, ahora, esos mismos usos y prácticas -vienen a decirnos desde el PP- se vuelven contra quienes movilizaron a las masas antibelicistas en los meses anteriores. En realidad, y siendo justos, no parece que exista la mejor relación de causa y efecto, por más que nunca estará de más condenar cualquier recurso a la violencia que se efectúe contra la derecha o contra la izquierda. No es improbable que el agresor de Fidalgo pase a la historia de los primeros de mayo por su «habilidad» al maniobrar un palo contra la cabeza del secretario general de Comisiones en mayor medida que por haber pedido disculpas por su actitud impresentable e indefendible. Ese individuo se llama Fernando García Pérez, y posiblemente expliquen su actuación, aunque en modo alguna la puedan justificar, las presiones que él mismo y otros de sus compañeros han venido padeciendo por parte de sus «caudillos» de Sintel, empeñados en mantener, contra viento y marea, las prerrogativas, peculiaridades y hasta ventajas que ha tenido Sintel frente a muchísimas otras empresas que se han visto forzadas al cierre y a ver desperdigados a sus trabajadores en infinidad de nuevos proyectos. Esos caudillos han pretendido que Sintel siga viva, y a menudo han tratado de evitar por todos los medios que sus trabajadores se redistribuyan en otras empresas, atendiendo a las ofertas de trabajo que recibían.