Cara a cara
Derecha e izquierda o, más bien, centro/derecha circunstancialmente endurecida e izquierda de terciopelo, van a luchar en esta campaña electoral cara a cara, sin que otras fuerzas políticas, de ideologías intermedias, suavicen el enfrentamiento. Únicamente en Baleares y Canarias podría beneficiarse el PP de algún apoyo de los nacionalismos locales; en Galicia, como en el resto de España, los «populares» van estar solos ante el peligro. (Cataluña, donde la ruptura de CiU con el PP es revocable, no celebrarán elecciones autonómicas hasta el otoño). Se inició esta madrugada la campaña propiamente dicha con la tradicional pegada de carteles. Miles de rostros favorecidos por la cosmética mendigarán así desde paredes y muros el voto del electorado, sobre cuyas inclinaciones discrepan los sondeos, marcando tendencias para todos los gustos. El secretario general del PP, Javier Arenas, ha pedido a los socialistas un acuerdo para que se respeten las listas más votadas, es decir, para que la serie de coaliciones previsibles o previstas entre el PSOE e IU no condenen a vivir en la oposición a los «populares» que obtuvieran el mejor resultado en las urnas. El PSOE ha rechazado obviamente el acuerdo y considera la petición de Arenas una muestra de debilidad. Pero más que un reconocimiento tácito de debilidad, se trataría de anular la evidencia de que en muchos enclaves municipales y en algunos autonómicos el binomio de izquierda gobernaría si el PP perdiera su mayoría absoluta. Galicia, por ejemplo, tal vez Madrid. En el plano municipal, las coaliciones entre el PSOE e IU son ya una tradición desde las primeras elecciones locales de la democracia. Tierno Galván fue elegido alcalde de Madrid con menos votos que la UCD gracias al apoyo del PCE, que entonces se presentaba sin ocultar sus siglas. Izquierda y derecha, pues, de nuevo frente a frente, lo que no resucita, ni muchísimo menos, el fantasma de las dos Españas. El alineamiento de Aznar con la derecha dura, muy dura, que gobierna en Estados Unidos puede transmitir la impresión de que el PP endurece también su ideología y su estrategia, lo que en estas circunstancias parece cierto, pero al otro lado de la calle, en la acera de la izquierda, habría en función compensatoria un reblandecimiento muy difuso de su ideario y, en el caso del PSOE, hasta de su actitud política, atemorizado muchas veces por las descalificaciones, a menudo primarias, que se le lanzan desde el PP y el Gobierno. Si Aznar ha acerado su estrategia electoral, Zapatero habría de aclarar suficientemente la suya, sobre todo en cuestiones de responsabilidad de Estado.