«Alguien» pretende un plebiscito

LOS grandes partidos nacionales han dejado ver sus primeras armas. Ayer, la televisión pública emitió los primeros programas llamados institucionales y que usted y yo conocemos como vulgar propaganda. Hemos podido ver sus ganchos para seducir al votante y ya sabemos, por tanto, por dónde tratarán de llevar su mensaje. Lo primero que queda claro es que aquí habrá boda. Boda de IU y el PSOE allá donde se necesiten. Nunca habíamos visto mensajes tan parecidos entre estas dos fuerzas políticas. Tienen una estrategia similar, aunque sean distintas las formas. Ambos recuerdan la guerra, ambos invocan el Nunca máis, ambos alertan contra los modos de gobernar y ambos sugieren que hay que apartar del poder a los gobernantes que no escuchan. Izquierda Unida es más radical que el PSOE: busca directamente el voto del cabreo, pero deja clara su vocación de ayudar a echar del poder al Partido Popular. Los socialistas son más moderados, como corresponde a un partido que puede gobernar. Lanzan un mensaje íntimo y personalista. Tratan, supongo, de evitar la abstención de los suyos y por eso subrayan a cada instante el poder de un voto. Mantienen la misma línea de propaganda que les llevó al poder en 1.982: un país idílico, limpio, y ofertas de diálogo, eficacia y políticas sociales, que inciden más en el método de gobierno que en los fines. Capítulo aparte para el PP, que también ha descubierto su carta: Aznar es su capital. No han gastado un duro en locutores. Todo el spot es conducido por el presidente, incluso la voz en off. Y la mercancía que ofrece es la esperada: resultados del Gobierno. La cara más amable de su gestión, desde la economía a la rebaja de impuestos, es explotada para el ámbito local. La explotación de la figura de Aznar por delante de los candidatos confirma que estamos ante un hiperliderazgo. Pero que nadie se extrañe si seguimos viendo la intención de hacer de las elecciones un plebiscito. El plebiscito de Aznar.