BURRO AMENAZADO
Ecociudad
SE acercan elecciones y vendría bien un debate sobre el futuro de León como ciudad moderna. Abundan ejemplos de acciones positivas, caso del proyecto Life ECOciudad, realizado en Copenhague -Dinamarca- y Gotemburgo -Suecia-, lleno de medidas para hacer más agradable la vida ciudadana a través de la cooperación entre las autoridades locales y la población. El apartado de mayor dificultad tiene que ver con la ordenación territorial y el modelo de expansión urbana, máxime cuando las arcas municipales se nutren de la subasta de suelo. Si el crecimiento es en mancha de aceite, aunque se limite el volumen edificable, el resultado se plasma en un centro urbano cada vez más incómodo y decadente y un muestrario de islotes verdes, parques o jardines, ahogados por el cemento y el tráfico, entre un enorme círculo de inmuebles. Romper el dogal de la especulación requiere conectar la ciudad y su entorno con armonía. Lo habitual es que la periferia cuente con enclaves naturales valiosos, del tipo de bosques, ríos y lomas, y un paisaje humanizado, fruto del uso agrícola y ganadero, salpicado por aldeas y caseríos. En nuestra urbe, parece que con el carísimo acondicionamiento -más bien, arruinamiento- del Bernesga y el afortunadamente mejor trato al Torío, la puesta en marcha de las huertas de jubilados, las pistas por la Candamia y los merenderos del Monte de San Isidro, hemos cumplido. El paisaje que se derrumba, engullido por la voracidad dineraria, es el de las vegas, esas planas de prados, acequias y sebes, con ejemplos magníficos en la vaquería de la Serna y pastos de la Palomera, en el pastizal caballar de las Labiadas junto al Polígono 10 o al sur de Agrónomos, por los prados de la Lisera y la Cruz. Faltan días para que desaparezca la Lastra y, si seguimos impávidos, el cinturón verde aún vivo se irá al carajo. La ecociudad exige crecer intercalando sectores de paisaje agrocultural y nuevos barrios, corredores verdes entre el gentío que suministren paz y buen gusto.