Cerrar
Publicado por
Antonio Papell
León

Creado:

Actualizado:

Todas las elecciones parciales en todas las democracias constituyen un test sobre los grandes equilibrios políticos. De algún modo, constituyen el mejor indicador que puede lograrse de las tendencias predominantes, y en este sentido trascienden de sí mismas y se convierten en un elemento más de la gran confrontación ideológica de fondo que marca los equilibrios del sistema y las preferencias colectivas. Por ello, no tiene demasiado sentido pretender centrar los debates electorales en los asuntos que efectivamente se dirimen -el próximo día 25 se elegirán los equipos institucionales en los más de 8.000 ayuntamientos y en trece comunidades autónomas y tratar de eludir los asuntos de política general. Porque, además, todo en democracia es política, y resulta evidente que la ideología interviene hasta en las más pedestres decisiones de rango municipal. En las elecciones próximas, concurren además circunstancias particulares que acentúan la tendencia a extrapolar los resultados, a convertir la doble consulta en unas primarias del largo proceso electoral que concluirá en las elecciones generales de la primavera del 2004. En primer lugar, la situación de las dos grandes fuerzas que escenifican la alternancia es en esta ocasión muy asimétrica. El nuevo equipo socialista, que ha conseguido aceptable asentamiento en su clientela y en la opinión pública después de una dilatada crisis de esta formación política, llega por primera vez a la gran prueba de las urnas en todo el Estado. Frente a él, el Partido Popular, que ya muestra signos de desgaste tras siete años de poder, acaba de realizar un dificultoso recorrido por parajes ingratos, que comenzó en la reforma del desempleo, continuó por el naufragio del Prestige y ha concluido en la polémica actitud del Gobierno ante el conflicto de Irak que ha generado grandes movilizaciones de protesta. En este panorama concreto, es claro que los resultados del día 25 atribuirán las verdaderas condiciones de emergencia o decadencia de los principales actores. Por añadidura, tras estas elecciones, la fuerza mayoritaria deberá pasar por el delicado trance de renovar su liderazgo. El gesto magnánimo de retirada de José María Aznar, planteado en términos de regeneración democrática, quedaría trágicamente desvirtuado si su partido no acertase en la elección del epígono y si éste no gobernase en la próxima legislatura. Evidentemente, de los resultados del día 25 dependerán las circunstancias de la sucesión: si el PP obtiene un buen resultado, Aznar y la cúpula directiva del PP tendrán amplio margen de maniobra para llevar a cabo el proceso sucesorio; por el contrario, si los resultados fueran malos y se constatase por tanto lo equivocado de la estrategia general impulsada por el presidente del Gobierno -particularmente, en relación a la guerra de Irak-, la decisión de nombrar al futuro candidato a La Moncloa resultaría mucho más ardua y se cargaría de incógnitas. Pero la complejidad de la doble consulta del día 25 plantea una cuestión adicional: ¿Cómo sabremos los ciudadanos quién ha ganado -y quién ha perdido- tales elecciones, si, como se prevé, los cambios de mayoría en las instituciones serán escasos? La respuesta no es fácil, y es probable que la noche del 25 todos los partidos defiendan en público la tesis de que ellos han sido los auténticos triunfadores. Los indicadores de la victoria/derrota, en lo que concierne al principal binomio político, son sin embargo los siguientes: El dato más relevante (aunque quizá no el más vistoso) será el cómputo total de votos en las elecciones municipales. El PSOE, que perdió las municipales de hace cuatro años por sólo 40.000 votos en unos momentos muy difíciles para esta formación, ya ha anunciado que considerará este elemento como revelador de las nuevas tendencias. Además de este indicador, la impresión de victoria o derrota será sin duda obtenida por la opinión pública de otros resultados concretos, y muy especialmente de lo que ocurra en la Comunidad Autónoma y en el Ayuntamiento de Madrid (por más que tales resultados no haya sido presagio de nada en el pasado). Como es conocido, las encuestas publicadas auguran que la Comunidad pasará a manos socialistas, en tanto el Ayuntamiento será para Ruiz-Gallardón, aunque por escasísimo margen. Por supuesto, nada está todavía escrito, pero de lo que ocurra en ambas instituciones dependerá en gran medida el efecto propiamente político de este hito electoral del día 25. Es lamentable constatar que los problemas concretos de los ciudadanos, que deberían ser el centro del debate, están casi por completo ausentes de las especulaciones. Este hecho, tan habitual, es una de las miserias del sistema democrático, compensado son embargo por sus indudables grandezas y por el ambiente gozoso de libertad que, con la dramática excepción vasca, todos sentimos en estas vísperas de nuestra propia autodeterminación personal.

Cargando contenidos...