Terrorismo

Produce desazón la tesis de que todos los terrorismos son iguales, esgrimida por Aznar, cuando ni siquiera la Asamblea General de la ONU ha adoptado una definición de terrorismo. Dicha equiparación significaría, en principio, que todas las formas de violencia son iguales. Y eso no es moralmente cierto. El rechazo frontal y sin fisuras al terrorismo sanguinario que arremete contra colectividades impecablemente democráticas en las que cualquier idea puede ser defendida, en que cualquier interés legítimo encuentra protección, no requiere el dudoso axioma de la generalización. Máxime cuando la experiencia demuestra que, a la hora de hacer política concreta, no todas las violencias merecen idéntica consideración.