Los huecos de Norma y Sabina

Empiezo a sospechar que los grandes líderes han perdido interés en esta campaña. Siguen saliendo en el periódico, porque toman postura ante grandes asuntos como la cuestión vasca. Aparecen en los telediarios, porque lo manda la ley y está en las previsiones. Llenan los recintos, porque funciona la maquinaria del partido. Pero sus mensajes son repetitivos. Un periódico calculó que repiten hasta el 70 por 100 de sus frases y latiguillos. Sus fábricas de ideas no dan abasto a tanto consumo de discurso. Además, andan por las nubes, como los precios. Se han instalado en la política de Estado, que es lo suyo, y apenas tienen el detalle de descender al ciudadano municipal. Lo último, cuando escribo, es que Aznar predica la seguridad de las pensiones, que sólo él y no otros garantiza. Para que se note la diferencia, Llamazares descubre un estado de bienestar desmantelado por la perversa derecha. Y Zapatero sobrevuela la sentencia de la «acción de oro», y ve un horizonte sin empresarios al servicio del Gobierno, qué felicidad. Todo ello, salpicado por ese invento del pacto PNV-ETA, que quizá acongoje a algún indeciso votante vasco. Mi sorpresa es el poco juego que da la guerra, que tanto iba a hundir al PP, y cómo el «Prestige» se reduce al ámbito gallego. De esta forma, con líderes galácticos, la gran noticia no es un compromiso con el ciudadano, sino que a Aznar le revientan un acto. La foto de la campaña es el jefe, sentado, a la espera de que desalojen a los reventadores. No lo critico. Los líderes no acuden a los actos para hablar de un pueblo, sino para hablar a la televisión. Pero, como los que están en juego son los pueblos, este cronista, -¡cuánto lo siento!- ha empezado a ver un fenómeno nuevo: las estrellas de verdad son los candidatos; los «grandes» desempeñan el papel de los artistas para calentar el mitin. Aznar cubre el hueco que Norma Duval dejó en la derecha. Y Llamazares sustituye a Sabina, que no podrá cantar hasta octubre. Bailan y cantan peor, pero animan al personal.