Cerrar
Publicado por
J. F. Pérez Chencho
León

Creado:

Actualizado:

Abro este balcón cuando se inicia la quinta corrida de feria de San Isidro, patrón de Madrid y del campesinado. Mi patrón, porque yo soy hijo del campo, aunque vivo en la ciudad. En la ciudad no se palpa la eclosión de las sementeras. A nueve días de cerrarse la campaña electoral, lo que encandila a los hombres/mujeres de asfalto es hacer pronósticos. La campaña, al día de hoy, es muy mala. Muy importante, pero muy mala. No se debate sobre lo que es y significa la situación de los municipios y de las comunidades autónomas. La han transformado en un plebiscito sobre el gobierno de José María Aznar. Él mismo ha tomado el mando y se ha convertido en santo y seña de la cruzada. Lo sorpresivo es que lo haga en la hora del adiós, a pesar de que, como le gusta decir, no toca hasta el 2004. Aznar designará a su sucesor en otoño. Es su promesa. Tal y como ha enfocado esta campaña, tendría que presentarse a las próximas elecciones generales y someter su gestión al plebiscito que ahora apadrina. Permítanme hacer una reflexión en voz alta que no he escuchado a nadie hasta la fecha en la campaña. En toda España, en los últimos 15 años, las ciudades han experimentado un cambio extraordinario. En todos los casos, para mejor. Basta con echar la vista atrás y visionar León y Ponferrada, lo que eran hace 15 años y son hoy. Sólo los tontos no reconocerán el cambio. Sin embargo, no he escuchado a nadie decir por qué se ha producido esa transformación. Una lluvia de millones europeos mojó a las ciudades españolas durantre estos años. Ha sido como si el santo labriego, por sí mismo o con ayuda del ángel, hubiese cultivado todas las fincas valdías de España. Las obras más importantes, más brillantes, y las más caras que se han hecho en nuestro país en general, y en León y Ponferrada por ceñirnos a lo nuestro sin salir de casa, han tenido soporte económico de los fondos europeos. Dicho sin arrugas: se han materializado con los impuestos que pagan franceses, alemanes, belgas, holandeses, etcétera. Y nada más. Ni una libra inglesa, ni un dólar americano, ni una lira italiana se ha enterrado en la calle Ancha, ni en la recuperación del Bernesga, ni en la plaza Lazúrtegui. La recepción de fondos europeos se acaba con Aznar. Por dos motivos: 1) con la entrada de nuevos miembros son más a esperar y menos a recibir; y 2) y más importante: tras la insolidaridad de Aznar con Francia y Alemania en la guerra de Irak, ya nadie va a convencer a los ciudadanos de esos países para que sigan pagando impuestos y luego los disfruten quienes no lo agradecen. Es la herencia de Aznar para estas y para las siguientes elecciones municipales y autonómicas. El presidente sigue emperrado en el plebiscito. Muy bien: que lo tenga. Pero los ciudadanos no deben olvidar que Aznar llamó «pedigüeño» a quien logró los fondos europeos. Él se va y también se cierra la cremallera de subvenciones. Dicho con finura latina: deja a ayuntamientos y comunidades «sine pecuniam».

Cargando contenidos...