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Publicado por
Manuel Alcántara
León

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El toro de las elecciones municipales está ya en el ruedo ibérico. Se le están dando los primeros capotazos y aún no se sabe si se vence por el derecho o por el izquierdo, pero ya se sabe que los autores de los eslóganes de los partidos no se han roto los cuernos. ¿Qué habrán cobrado estos anónimos narradores breves?. Es muy dificultoso sintetizar en una sola frase, a ser posible que sea corta por las dos puntas, todo el inmenso caudal ideológico de sus respectivas organizaciones, pero no es menos arduo hacerlo de una manera tan simple. (Simple de simpleza, no de simplicidad). Sería curioso saber qué tiempo han empleado en idear semejantes bobadas. Lo malo es que van a ser leídas por mucha gente, ya que, como decía mi inolvidable Tono abogando por la concisión, el Quijote lo lee poca gente, pero todo el mundo lee esos letreros que dicen «Prohibido hablar con el conductor», «Prohibido fumar» o «Es peligroso asomarse al exterior». ¿Cómo no enterarse de lo que algunos genios de la persuasión electoral han extraído de sus poderosos cerebros?. Los lemas de los partidos, durante unos cuantos días, se convierten en best-seller. Lo único lamentable es que no podamos expresarle nuestra admiración a quienes tuvieron tan sutiles ocurrencias: «Un presidente para todos y todas», «Tu futuro, nuestro compromiso». «Sin colorantes ni conservantes»... Es inevitable sentir una atracción irresistible ante eslóganes tan sugestivos. Se puede discrepar, como hacen populares y socialistas, sobre el déficit cero y sobre la libertad de horarios comerciales, pero sería inútil oponerse al encanto de estas palabras que, al reunirse mágicamente, han logrado lo que tantos poetas anhelan: un grado de combustión que provoque hogueras en los matorrales del idioma. No deben esforzarse en prometer bajar impuestos conseguir una relativa seguridad ciudadana o hacer posible que haya viviendas baratas para todos con vistas a otras viviendas. Lo que tienen que lograr es que recordemos esas frases maravillosas.

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