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Publicado por
León

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EN uno de sus habituales ramalazos de genialidad, el gran Woody Allen asegura que la vida se divide en dos matices: lo horrible y lo desdichado. ¡Suerte tiene de no conocer las campañas electorales españolas, tan horripilantes, absurdas y condimentadas a base de pura bellaquería! A un lado del cuadrilátero aparece el regenerador Zapatero, cuyo mayor pecado político parece estar centrado en ser personalmente más puro que la leche cuajada y, lo que es peor, seguir creyendo en esa incómoda fruslería de los ideales. Y a su vera, en la banda izquierda, tenemos a un Gaspar Llamazares que, llevado por la filosofía del buen rollito, ahora habla maravillas hasta del Papa. En el lado contrario del ring electoral, sacando a relucir la vena mesiánica y lo más cejijunto de su cambiante personalidad, está el presidente Aznar, sumido en la estrategia del susto y lanzando unas bombas de estruendo sobre los peligros masones y comunistas que suenan más antiguas que la tartana del tío Chirri. Aún se les pone la carne de gallina a los contribuyentes de Logroño, al recordar a aquel Inspector de Hacienda llegado desde Madrid y que algunos confundían con el Charlot de «Tiempos modernos». Entusiasta fustigador en la prensa de la época contra la Constitución y todo lo que llevara cierto aroma democrático, ha rescatado en forma sorprendente lo más agresivo y pandillero de sus años mozos para aleccionar a los desvalidos electores sobre sus apabullantes sus logros políticos. ¡Socorro! ¡Que el Papa de Llamazares eleve una plegaria por nuestra amenaza salud mental!

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