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Publicado por
León

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La resolución del Tribunal Supremo que determina, finalmente, que también debe quedar disuelto el grupo Sozialista Abertzaleak, la más reciente denominación de los siete diputados batasunos en el Parlamento vasco, debiera poner final a la cuestión que se planteó con el auto de ilegalización de esta fuerza, brazo político de la banda armada, y que la dirección del Parlamento vasco prefirió tomárselo con una desesperante calma, alegando su condición de ente autónomo y soberano, excluido de la obediencia, incluso, a resoluciones judiciales «del Estado». El Supremo ha sido perfectamente explícito y tajante, a la hora de determinar con la mayor precisión y de advertir, una vez comprobado que los siete miembros de SA son los mismos que integraron el grupo Batasuna, que en un Estado de Derecho todos los poderes públicos están sometidos a la ley, cuya aplicación e interpretación corresponde en exclusiva al poder Judicial. Por consiguiente, no debiera haber ya más dudas, reticencias ni resistencias, pero aún queda alguna, como demuestra el hecho de que el Parlamento vasco, todavía, se lo esté pensando. Primero, hasta recibir el auto judicial, luego, porque será preciso modificar el reglamento de funcionamiento interno, que no considera la hipótesis de disolución de uno de sus grupos, y después, porque, en aplicación de su propia filosofía de que es un Ente autónomo cuyas decisiones ni siquiera condiciona la doctrina del Supremo, se propone someter a votación la aplicación de la resolución judicial. Habrá, por tanto, votación secreta y sus señorías los diputados, uno a uno, y en conciencia, determinarán si hacen caso, finalmente, a las instrucciones que llegan «de Madrid» sobre la exigencia de que la ilegalización y disolución de los grupos de Batasuna, de toda agrupación de Batasuna con cualquier propósito y denominación, debe quedar legalmente extinguida. ¿Y si la resistencia continuara? En medios políticos no se cree que tal cosa vaya a suceder, aunque habrá tentaciones en tal sentido. Si tal cosa se mantuviera, no habría que descartar las reacciones más, teóricamente, inimaginables: la orden de arresto y detención de Atutxa, por ejemplo, por desacato. La disolución de todo el parlamento vasco y hasta de la autonomía de Euskadi. Pero se mantiene la esperanza de no tener que llevar tan lejos el pulso que se viene produciendo entre el Estado español y el parlamento autónomo de Euskadi.

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