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León

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FERNANDO Pessoa, el poeta portugués por excelencia, escribió que «aunque sólo sea por oir pasar al viento, merece la pena haber vivido». Mi maestro, Victoriano Crémer, lo utilizó como epílogo en su discurso de ingreso en la nómina ilustre del Claustro de Doctores de la Universidad de León. Crémer ya había cruzado entonces las luces de los ochenta años y ahora está a tiro de piedra del resplandor de un siglo de vida. Nació con este periódico. Nuestra democracia es una guayava todavía, aunque bien plantada. Y quien ha visto, sufrido y disfrutado, con la Revolución del 17, la Monarquía, la primera y segunda República, la guerra civil, la dictadura, de nuevo la Monarquía y, finalmente, la democracia, seguro que no me reprocha que traslade la metáforma al día de hoy. Día de votaciones. Aunque sólo sea por el ejercicio de libertad que nos permite, merece la pena haber soportado la campaña electoral. Hoy se juega en las urnas leonesas la gestión de 211 municipios de la provincia, de millar y medio de entidades menores o juntas vecinales -el cincuenta por ciento ya decidido al contar con candidato único- y de la comunidad autónoma de Castilla y León. Los ciudadanos, por propia voluntad, decidiremos quiénes deben velar por nuestros intereeses más próximos y cercanos durante los próximos cuatro años. Es nuestro gran derecho: el voto. Un voto que dará y quitará razones, otorgará confianzas e impondrá castigos. Las urnas son la expresión de la voluntad ciudadana. El mandato de la misma. Aún en el error y en la equivocación, sus resultados son de obligado cumplimiento. Siempre nos quedará la posibilidad de enmendarlo cuatro años después. Algo así como cuando el capitán de la barcaza que nadaba aguas arriba y abajo del río le soltó a su ayudante: «Nunca debimos abandonar el Mississipi». Las dos grandes incógnitas con las que se cerró la campaña electoral tendrán hoy respuesta. Sabremos cuál ha sido la decisión final del 30% de indecisos pronosticado por los sociólogos y hacia qué lado ha inclinado la balanza los dos millones de jóvenes llamados a votar por primera vez. No será el triunfo de los indecisos, como ha escrito algún compañero. Ni el de los jóvenes. Será el triunfo de los ciudadanos. Nuestro. Sólo nosotros podemos decidir quiénes han de gestionar nuestros intereses. Nos jugamos mucho más en las urnas que Beth en el festival de Eurovisión, pese a que el Telediario de ayer -en la Primera, naturalmente- dio tratamiento casi de Estado a la actuación de la joven cantante catalana. La invitación de Joaquín Prats, aquel ilusionista del periodismo y del ocio, también benefactor del Monasterio cistercience de San Miguel de las Dueñas -«¡a jugar!»- lo imitamos hoy desde este balcón para vocear: ¡A votar! A primera hora de la noche, todas las interrogaciones tendrán respuesta.