BURRO AMENAZADO
Feminismo bruto
EL burro escribiente mediante fálico casco corre el riesgo de pasar larga estancia en la cuadra, sin paja ni cebada y apaleado, todo por atreverse a imitar a la denostada Miriam Tey, directora del Instituto de la Mujer, que ha permitido en su editorial la publicación de Todas putas, provocadora obra de Hernán Migoya, para más rechifla y escándalo, autor misógino. Estos insensibles sujetos, tildados de indignos partidarios de la violencia contra las mujeres, han sido esquilados mediáticamente en esta cálida primavera. Las bestias peludas debemos mucho a las feministas que, desde antiguo, unieron su emancipación a ideas como prohibir la vivisección y la crueldad contra los animales, quizás al reflejar en el intento el dolor de los propios moratones y desprecios suministrados por sádicos varones. Cuando María Wollstonecraft escribió su popular Reivindicación de los Derechos de las Mujeres, el filósofo de Cambridge, Tomás Taylor, dispuesto a abochornar tales puntos de vista, sacó la Reivindicación de los Derechos de los Brutos, declarando que si el hombre se igualaba con la mujer, lo mismo habría que hacer con cerdos, cabras, perros, gatos y caballos, derecho bestial y absurdo. Los animales siempre agradeceremos enormemente el esfuerzo ético y romántico de las mujeres por defendernos. Desde mi pastadero en el Cueto y el arroyo de los Pajarines, en la reserva de Palacios de Compludo, tumbado a la sombra de un castaño, sin moscas, con la panza repleta de cardos y grama, sueño con Brigitte Bardot, nuestra rubia y peliculera madrina francesa, adalid en la defensa de focas, gochos y fauna maltratada. Me han contado sus dotes de portentosa felatriz, enloquecedora de bípedos. Difícil será que lo intente, a la vista de la tranca que acompaña a mi cuadripedia, pero el sueño libidinoso y borrico asciende cálido a la cumbre del Becerril y se desparrama por las barrancas que refugiaron a tanto monje pecador en los abruptos Aquilianos del Bierzo.