Diario de León

DESDE LA CORTE

Antipáticos, pero funcionan

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FERNANDO ONEGA
León

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TENEMOS tantos problemas colectivos, que resulta difícil fijarse en las buenas noticias. Hoy mismo, cuando tantas voces le van a preguntar a Trillo si ha presentado la dimisión, ¿quién valora el nuevo récord de afiliaciones a la Seguridad Social? Cuando se discute de forma tan vehemente si el PSOE debe pactar con quien firmó el Pacto de Lizarra, ¿quién va a valorar que cincuenta mil españoles han encontrado empleo en el mes de mayo? El Gobierno. Como los datos han sido buenos, los miembros del Gabinete se han lanzado a cantar las excelencias de la situación. El primero Eduardo Zaplana, porque cada empleo creado en este país es una perla para su corona de éxitos. Y Aznar, que produce la impresión de superar cada estadística como un peldaño para llegar a la meta del final de su presidencia. Nada completaría mejor su mandato que una línea creciente de creación de puestos de trabajo que le aproximara a su utopía más acariciada: el pleno empleo. Está claro que al gobierno le sigue funcionando su «círculo virtuoso». Mientras Europa ronda el estancamiento, España ha crecido al 2,1 por ciento. Mientras Francia está sumida en la confrontación por la dificultad de mantener el sistema de pensiones, aquí la Seguridad Social disfruta de admirable salud. Y mientras la envidiada Alemania recorta su estado de bienestar, aquí nos hemos pasado una campaña electoral prometiendo aumento del gasto social. Por antipáticos que resulten Aznar, sus ministros y su talante, la verdad es que presentan una buena gestión. ¿Se mantendrá esto hasta las elecciones generales? Algún asesor de Aznar piensa que sí: aunque entremos en recesión, faltan tan pocos meses para las urnas -diez como máximo-, que sería difícil que se notaran los efectos de una crisis en el empleo. Y mucho menos, en los bolsillos de la población. Si es así, la gestión económica le está haciendo la campaña al sucesor de Aznar. El aspirante Rodríguez Zapatero tendrá que matizar mucho su mensaje. Y, de entrada, renunciar al discurso del «no»: nadie puede negar la realidad. Y para prometer mejorarla, hay que tener mucha credibilidad.

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