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Publicado por
FRANCISCO GARCÍA DIEGO
León

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LA PRIMAVERA nos está golpeando duro. Lejos de acercarnos al calor que se le supone nos está helando el alma con desgracias cercanas que nos inundan de dolor e impotencia como ciudadanos que se tienen por buena gente. Hemos perdido a algunos de los mejores en un tremendo accidente aéreo que exige de tantas explicaciones como lágrimas para que nunca más quienes se juegan la vida ayudando a los más necesitados, la pierdan a beneficio de piratas dispuestos a engordar sus cuentas corrientes jugando a la ruleta rusa por los aires con sus futuros y los de sus familias. Como las desgracias jamás vienen solas, el tren ha vuelto a cobrarse su tributo con un inexplicable accidente en Albacete donde todo hace pensar que el error humano se sobrepuso a la tecnología. Es comprensible que la tragedia nos haga olvidar hoy que somos el tercer país con menos siniestralidad ferroviaria de Europa, como lo es también que le pidamos más controles a los responsables, en este caso al ministro más activo y eficaz del Gobierno de José María Aznar. Y al lado de la mala fortuna, no la primavera sino los asesinos de siempre, nos hacen estallar en los cuerpos de dos policías dedicados a actualizar el censo en Navarra. ¡Qué valientes! En la desgracia, nuestro papel no es otro que el de estar al lado de quienes han perdido a sus seres queridos, consolarlos y ayudarlos con todas nuestras fuerzas. En los crímenes, además, es nuestro deber acorralar a los asesinos y a sus secuaces. Aquí si vale la política. Señores Arzalluz y compañía, ¿qué van a hacer en el Parlamento vasco con los portavoces de ETA? La justicia ya ha dictado su sentencia, los ciudadanos también.