TRIBUNA
La mar, en el Día del Medio Ambiente
NUESTROS océanos y el componente vital que sustentan se encuentran amenazados por diversos fenómenos naturales, como son los recurrentes de «El Niño», o los relacionados con el vulcanismo y la sismología; pero también por procesos de origen estrictamente antrópico, que están poniendo en peligro la supervivencia de especies y la estabilidad de distintos hábitat¿ y si no recuerden: «La tarde del día 13 de noviembre de 2002, el Prestige, petrolero con bandera de Bahamas y 77.000 toneladas de fuel-oil en sus entrañas, emitió una llamada de socorro, por riesgo de hundimiento, cuando se encontraba en medio de un temporal de suroeste con fuerza 8, a 27 millas al oeste del cabo de Finisterre. Erróneamente, en mi opinión, se decidió alejar el barco de la costa y se mantuvo a flote durante seis días tomando diversos rumbos; eso permitió que provocara una verdadera marea negra que fue repartiendo parte de su viscosa carga, hasta que el 19 de noviembre, a las 8 de la mañana, se partió en dos y tras una lenta agonía se hundió a 133 millas de la costa, donde sus restos reposan a unos 3500 metros de profundidad. Este desgraciado suceso provocó una respuesta popular, sin precedentes en nuestro país, en defensa de nuestro patrimonio natural. En este caso, se trataba de un peligro real, muy visible, extremadamente pringoso y maloliente¿, y allí nos encaminamos miles y miles de personas, de distinta procedencia y condición, constituyéndonos en lo que un buen amigo (Alberto Vizcaíno, La Nueva España, enero de 2003) y enamorado de la mar como yo, dio en llamar «la vil canalla de proa», para echar una mano¿ y las dos, en sentido literal, en defensa de nuestro medio ambiente marino. Pero los vertidos de petróleo no sólo se deben a accidentes de petroleros, que si bien son «sonados», no son los más importantes, ya que la rotura de oleoductos, los accidentes en las plataformas petrolíferas, la rutinaria limpieza, que los barcos suelen hacer en alta mar, de los tanques donde han transportado petróleo o sus derivados, e incluso determinados conflictos bélicos, más o menos recientes, han provocado y provocan, anualmente, mayores estragos que el hecho puntual de un accidente como el del Prestige. En otras muchas ocasiones, la mar se enfrenta a peligros tan reales como el referido, aunque, a veces, menos visibles y, a lo mejor, no tan pringosos, ni malolientes, ya que, por desgracia, la contaminación es un efecto generalizado en el medio marino y se debe al vertido de diferentes sustancias y productos residuales, cuyo origen se encuentra en diversas actividades humanas. El uso y modificación de tierras para conseguir un mejor aprovechamiento ganadero o agrícola, el incremento de la actividad industrial o el aumento del turismo, que invita a la creación de «ciudades de vacaciones», generan gran cantidad de residuos. (...). La explotación o sobreexplotación de la madera, que principalmente se está llevando a cabo en bosques tropicales, aunque no exclusivamente, priva a los suelos de nuestro planeta de su cobertura vegetal. La pesca abusiva o con artes poco recomendables (arrastre), prohibidas (redes de deriva) y con métodos agresivos -dinamita, cianuro, etcétera-, que se llevan a cabo en muchas partes del mundo, han agotado gran cantidad de importantes pesquerías y dañado numerosos ecosistemas -praderas de fanerógamas marinas, comunidades bentónicas, en general-, incidiendo, en muchos países, en el declive del sector pesquero. Pero además de peces y mariscos, el hombre obtiene del mar otros recursos que ven mermadas sus poblaciones o alteran el ecosistema de manera sustancial. Parte de esos otros recursos se destinan a surtir el mercado, altamente rentable en los países desarrollados, de la acuariofilia. El comercio de especies marinas se ha multiplicado por diez en los últimos años y hoy es fácil encontrar páginas en Internet que ofrecen organismos vivos, muchos de ellos raros, poco frecuentes o endémicos de determinadas zonas. El hombre también es responsable de la introducción, deliberada o accidental, de animales o plantas marinas fuera de sus áreas normales de distribución, las cuales, en muchos casos, encuentran las condiciones adecuadas para su desarrollo y provocan graves alteraciones en las comunidades donde se introducen, generalmente por falta de predadores específicos que sí tenían en sus lugares de origen. Uno de los métodos de introducción deliberada es la acuicultura; actividad en la que se suelen utilizar aquellas especies que producen un mayor rendimiento económico, independientemente de su origen. En muchas ocasiones, la introducción de especies foráneas con estos fines provoca el declive de otras locales, por competencia por el alimento y el espacio, y, además, las especies introducidas pueden ser portadoras de patógenos o enfermedades, a los que las autóctonas sean vulnerables, y causar mortandades masivas. En fin, que el medio marino, nuestra mar, se enfrenta a diario a numerosos peligros que la ensucian, la explotan abusivamente y la modifican sin sentido. Pero son muchas las cosas que podemos hacer para ayudarla: eliminar las causas que inducen el cambio climático global, evaluar la vulnerabilidad de los distintos ecosistemas, realizar una gestión rápida que permita reducir o eliminar cualquier impacto de origen antrópico, practicar una estrategia de gestión integral en las zonas costeras, desaprobar actuaciones con especies foráneas sin un estudio previo de sus efectos, desarrollar programas de formación y educación ambiental, reducir o eliminar la explotación abusiva, desarrollar alternativas que permitan aumentar los recursos, exigir responsabilidades financieras para realizar acciones reparadoras, fomentar la capacidad de comprensión de los responsables administrativos, solicitar la declaración de áreas marinas protegidas,... Por eso, aprovechando el día Mundial del Medio Ambiente que hoy se conmemora, quiero, en nombre de la mar, lanzar una llamada de socorro e invitar, a «la vil canalla de proa» -y a quien desee sumarse a ella-, a fletar simbólicos barcos de vigilancia que estén en alerta permanente, para que con la generosidad y solidaridad de que hizo gala colabore, una vez más, en la medida de sus posibilidades. Nos veremos en la mar, os deseo una buena singladura. 1397124194