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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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EL PP PODRÍA escribir un «best seller» sobre cómo no ganar amigos y perder los que se tienen. Su paso a la oposición en Cantabria recuerda el amotinamiento democrático de todas las fuerzas políticas contra el PP en la anterior legislatura balear para formar un Gobierno multicolor, al que algunas siglas entraron por despecho, al sentirse en cierto modo humilladas por la altanería «popular». El escenario cántabro es menos complejo, pues las combinaciones sólo pueden hacerse con tres elementos: los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, y el regionalismo local. Los socialistas de Cantabria han cultivado el amor propio del PRC (Partido Regionalista Cántabro) para alejarlo de un PP que le habría dedicado algún desaire mientras formaban hasta el 25-M coalición de Gobierno. Pierden así los «populares» un nuevo bocado autonómico, de menor importancia obviamente que el de Madrid, pero en el que habían mantenido el poder, salvo un breve paréntesis, durante veinte años. El disgusto del PP se refleja en las declaraciones de sus portavoces, que califican de «escándalo» el acuerdo entre regionalistas y socialistas. Sea o no un escándalo, el hecho cierto es que el PP ha obtenido 18 diputados, mientras que el PSOE, sólo 13, y el PRC, 8, lo cual revelaría claramente, por una parte, las preferencias del electorado cántabro, y, por otra, la sorprendente cesión por el PSOE de la Presidencia autonómica al partido regionalista, el menos votado. Es bien sabido que la aritmética parlamentaria es a veces cruel, pues si una mayoría absoluta puede mostrarse excesivamente autoritaria, menospreciando a las minorías, éstas se ven capacitadas en ocasiones para desplazar a una mayoría relativa a la oposición por la suma de sus votos más minoritarios. Ha sucedido en la Comunidad de Madrid y, desde ayer, en Cantabria, donde el motín absolutamente democrático anti-PP va a extenderse a algunos ayuntamientos importantes de la región. Parece haberse quedado el PP sin amigos, al menos en las actuales circunstancias, y ese virtuosismo en forzar a sus anteriores aliados a desemparejarse hace muy espectacular su aislamiento político, que no sólo se traduce en soledad sino en pérdida de poder local, lo cual no es bueno con vistas a las elecciones generales que vienen, y que nadie niega que el PP puede volver a ganarlas. Lo de Cantabria ha sido un golpe político y moral para el orgullo del PP.