El espectáculo oculto

Una semana más sin noticias del pacto o del despacto. Los alcaldables, enredados en la clásica verborrea política: no parar de hablar sin decir nada. La ciudadanía, cariacontecida, con la galvana pegada al cuerpo de puro calor. Calor sin previo aviso y sin verano aún oficial. A falta de un espectáculo público en el que el electorado, o por los menos los votantes, tengamos derecho a contemplar en vivo y en directo (en sintonía con el mundo tv que impregna nuestras vidas) lo que ventilan los políticos en nombre de los intereses de la ciudad, queda el recurso de pasar el fin de semana en Hospital de Órbigo, que se convierte en capital de las justas medievales. O acercarse a Paredes de Nava a ver la exposición de Berruguete, que se prolonga hasta el 14 de septiembre, aunque últimamente las relaciones con los palentinos y los regantes del Carrión sean más bien agrias. Sólo faltan siete días para levantar la mano y que la mayoría decida el nombre del alcalde: ¿Amilivia, Fernández, De Francisco? El sueño de Amilivia es que cada uno se vote a sí mismo. Será alcalde por encabezar la lista más votada, pero tendrá tantos o más quebraderos de cabeza que con el pacto. El sueño de Fernández es un pacto estable, ¿con quién? ¿con qué? El PP controlará durante los próximos cuatro años la Junta y a Zapatero le falta un año para probar con su primer asalto a la Moncloa. No se sabe si De Francisco y la UPL tienen el mismo sueño. Tal vez no. Por eso, las sabias bases han encomendado a sus ediles in pectore que cada uno campe por sus fueros en la cosa de los pactos. El órdago del acuerdo global lanzado desde el PSOE era un imposible. Ni San Antonio bendito sería capaz de arreglar las desavenencias que separan a ciertos candidatos en determinados pueblos. En Balboa, otro lugar para perderse y entrar en los Ancares, se jugaron la Alcaldía a cara o cruz tras discutido empate. El PP, que presentó de candidato al ex alcalde del PSOE, Gutiérrez Monteserín, se quedará con la Alcaldía. Cosas del azar.