Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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ES VERDAD: veinte años no es nada, al menos para las grandes historias de amor o para alcaldes incombustibles como el de Igüeña o el de Puente, que se preparan para superar el cuarto de siglo gobernando en su pueblo. Veinte años son una eternidad, sin embargo, para un grupo de teatro empeñado en mantener sobre la escena la dignidad y la profesionalidad de un oficio viejo como el mundo, más que nunca necesario ahora, frente a la tristeza de la incertidumbre ética. El Teatro Corsario cumple dos décadas y lo celebra estos días en Valladolid y la fiesta pone alegres a las gentes del teatro de estas tierras que tienen en el grupo dirigido por el leonés Fernando Urdiales un ejemplo de trabajo bien hecho, de estilo propio y de capacidad de resistencia en un entorno cultural que parece contagiado por la aridez de su propio paisaje. Reconocido en todo el país como uno de los grupos independientes más sólidos, dotado de un criterio claro en su repertorio y con planteamientos estéticos reconocibles, Teatro Corsario debe ser incluido entre los no más de una docena de colectivos del sector que, en un país menos preocupado por los fastos y más pendiente de lo duradero, estaría mimado por la administración, el público y la profesión. Sus trabajos sobre nuestros clásicos tienen la virtud de, sin renunciar a la búsqueda, ser cercanos al público actual y entre su repertorio crecen auténticas joyas como «Coplas por la muerte», un estremecedor montaje que debiera estar por justicia entre lo mejor de la escena nacional de los últimos años. A finales de año estrenará en Ponferrada una adaptación de Luis Mateo Díez pero ahora, Corsario vive un milagro: el milagro de cumplir veinte años y poder celebrarlo.

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