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Publicado por
VICENTE PUEYO
León

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ESTÁN intranquilos los nuevos escribanos informáticos, dueños de claves y misterios que al común de los mortales nos son vedados, porque no descartan que hoy pueda ser un «lunes negro» por culpa del virus BugBear.B. Francamente es como para ponerse a temblar. A poco de detectarse el otro día el malicioso gusanillo, y todavía sin saber que todo era obra del «osito patoso», uno intentaba colocar un acento según las normas de la Real Academia y resultaba calamitosamente imposible ya que no aparecía uno sino dos acentos lo cual era pedante, redundante y molestísimo. Pero eso no pasa de ser una anécdota frente a los efectos mortíferos que se asegura tiene el virus maldito y que tiene especialmente preocupados a los directivos de entidades bancarias ya que se ha constatado que el amigo Bugbear.b incluye, entre sus líneas de código, una lista con los dominios en Internet de un millar de bancos de una treintena de países. Ríanse de aquellos magos cuyo horizonte vital era el Caribe o la cárcel y que, armados de guantes y antifaz, ponían la oreja y conseguían abrir una puerta de tres toneladas tras la que se custodiaban los ahorros de cinco mil paisanos. Antes, debajo del antifaz había audacia y profesionalidad y una capacidad infinita para la vagancia, pero ahora, ¿qué hay detrás del antifaz? ¿Mala leche? ¿Cabreo con el mundo? ¿Reto personal? ¿Letal aburrimiento? Porque no se olviden que estos virus no son como los de la gripe que andan por ahí siguiendo las leyes aleatorias de la madre naturaleza y aquí un catarro y allí una neumonía. Nada de eso. Detrás del BugBear.B hay alguien como usted y como yo. El virus no nace y se propaga si no es programado previamente. De hecho un virus no es más que un programa capaz de tomar el control y de modificar otros programas. Los laboratorios de antivirus están a tope. Seguramente, al final, conseguirán controlar la peligrosa infección pero este global ataque alerta de nuevo sobre lo que ya puede calificarse como un nuevo tipo de «terrorismo» que es capaz de paralizar medio planeta. Es evidente que un grupo de inadaptados, son capaces de crear problemas muy serios aprovechándose de esa aventura fantástica que es un mundo (de momento cibernético) sin fronteras. La cuestión es de qué forma puede hacerse entrar en razón a esos individuos. Las vacunas son una solución, pero no son la solución. El núcleo del problema, el espíritu humano, parece impermeable a determinados requerimientos de fraternidad.

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