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Publicado por
J. F. PÉREZ CHENCHO
León

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ES UN escándalo. A estas alturas nadie puede creerse que los dos diputados socialistas al Parlamento de Madrid, Eduardo Tamayo y Teresa Sáez, fabricaron la gran traición por razones políticas e ideológicas. La izquierda tiene ideas, la derecha intereses y dinero. Sólo un tonto de capirote puede asumir, quemándose las cejas, que los dos tránsfugas no superaron los problemas de conciencia e ideológicos y han actuado de «motu propio». Eso equivale a dar capacidad reflexiva a los dos truhanes como si fueran el Aranguren y la Zambrano de turno. Su actuación es un ejemplo de indignidad y una afrenta intolerable. Ya se ha comenzado a tirar del hilo y el ovillo aparece podrido. Sólo cabe una explicación creíble: han consumado la traición incentivados económicamente por gente a la que le interesa que gobierne el PP en Madrid. Los dos han sido fulminados como militantes, Zapatero y Simancas piden perdón a los electores y no han sometido la dignidad al poder. La cuestión estriba en que es tan escandaloso el atentado contra la voluntad expresada en las urnas, que lo ocurrido ya no es un problema ceñido exclusivamente a Madrid, sino a toda España. Si para modificar y tergiversar la voluntad de los electores en Madrid vale utilizar el soborno, a partir de ahora faltará autoridad moral para condenar otras desviaciones, incluida la violencia en el agujero vasco. Las declaraciones del secretario general popular, Javier Arenas, consituyen un soberano ejercicio de hipocresía política. Arenas, con sonrisa cínica, se ha limitado a decir que es un problema interno del Partido Socialista. De esta manera eleva a los altares a los corruptos y también a los que les corrompen. Y los ciudadanos no tragan. Para los ciudadanos son más importantes las maniobras para tergiversar los resultados de unas elecciones. Estamos ante una corrupción de cuello blanco, que suele ser siempre la más negra. Lo sospecho, no lo rotundizo, entre otras cosas, porque carezco de pruebas y me pueden meter una querella que me doblan. Lo insólito es que el portavoz socialista, Jesús Caldera, que tiene inmunidad, no haya roto los moldes y apuntado a la cima popular. Rodríguez Zapatero necesita algo más que excelentes reflejos para subsistir entre tiburones. Necesita no quedar expuesto a las dentelladas de los intereses y el dinero. Los relevos en la Ejecutiva Federal cada vez son más urgentes. A Javier Arenas se le llena la boca hablando contra el transfuguismo cuando perjudica al PP, pero lo acepta y mira para otro lado cuando le beneficia. En último extremo: este caso negro, grosero y vergonzoso de Madrid, ya no es competencia de Javier Arenas o de Esperanza Aguirre, sino del propio presidente José María Aznar. Si el PP aprovecha la actitud trilera de los dos tránsfugas -que lo hará- es porque el presidente del Gobierno y del PP lo autoriza. La decisión nos dará derecho a pensar que fue él quien lo facilitó. Y no sería la primera vez.

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