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TRIBUNA

España y el megaterrorismo islámico

Publicado por
JAVIER TUSELL
León

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NADIE lo ha recordado con ocasión de los pasados sucesos en Marruecos pero en 1985 un restaurante de Torrejón fue objeto de un brutal atentado con el resultado de nada menos que 18 muertos. Fue, en cuanto a víctimas, el segundo más mortífero de la Historia española. Nunca fue reivindicado por nadie ni las investigaciones acerca de él dieron fruto alguno. Todo hace pensar, sin embargo, que fue un grupo relacionado con el activismo armado simpatizante con los palestinos quien fuera autor de lo sucedido. Probablemente trataron de alcanzar a soldados norteamericanos de guarnición en aquella base pero en realidad fueron españoles los muertos. En aquella época se vivían los últimos coletazos de una de las periódicas oleadas de terrorismo que ha vivido el mundo durante el siglo XX. AI comienzo de la centuria se trató de atentados individuales perpetrados por jóvenes de clase media o alta poco integradas en la sociedad y rebeldes contra ella. Otro momento álgido del terrorismo se produjo después de la primera guerra mundial: la lucha política y social degeneró en enfrentamiento armado sin llegar a ser siempre una guerra civil. Desde 1967,como consecuencia de la derrota de los países árabes por parte de Israel y la aparente liquidación de las posibilidades de la causa palestina, surgieron organizaciones que convirtieron el terrorismo en arma. En este caso, como también habla sucedido en Argelia durante la guerra por la independencia, un factor explicativo de primera importancia fue el hecho de la asimetría de capacidades destructivas entre los combatientes. Sin ninguna esperanza de vencer, los palestinos enrolados en grupos terroristas quisieron demostrar su voluntad de mantener su causa sobre el tapete mundial. En la estela de mayo de 1968 aparecieron otros grupos extremistas en Europa de los que se ha acabado sabiendo, con el transcurso del tiempo, que tenían apoyo más o menos indirecto de los regímenes comunistas o de los que se autotitulaban como revolucionarios. Pero ha sido la causa palestina la que ha proporcionado en el mundo árabe recluta tras recluta para el terrorismo. Las sucesivas intifadas, acontecimientos mortíferos pero además de una profunda repercusión mediática, han contribuido a alimentar esa poderosa máquina de destrucción. Se dan circunstancias objetivas que la favorecen, la principal de las cuales reside en la crisis del mundo árabe. En una parte de él reside una riqueza que es además decisiva para Occidente pero hay también una enorme frustración por la falta de verdadero desarrollo, la carencia de libertad y una ambigua relación entre modernidad e islamismo. Los protagonistas de las acciones terroristas no proceden de un mundo arcaico y tradicional sino precisamente de otro que ha tenido contacto reciente y estrecho con el mundo más desarrollado. Este es el perfil, por ejemplo, de los autores de los atentados de 11-S o de los terroristas del GIA argelino, nacidos en los barrios de algunas urbes francesas. En lo que tienen de rebeldes difíciles de asimilar en las sociedades mas modernas e inadaptados a ellas estos terroristas no se caracterizan por nada nuevo con respecto a los de comienzos de siglo. Como ellos están también dispuestos al sacrificio de la vida propia por lo que entonces se denominaba como propaganda por el hecho. Lo nuevo no es eso. Ni siquiera que el mundo entre el terrorismo propiamente dicho y una ideología (el anarquismo o el nihilismo en otro tiempo, hoy el islamismo fundamentalista) permanezca difuso de modo que no resulta nada sencillo identificar a uno y otro. Lo verdaderamente nuevo del megaterrorismo deriva de circunstancias que son generales y omnipresentes en el mundo actual, además de inevitables. El terrorismo es internacional o global y, al mismo tiempo, está privatizado en grupos que no parecen depender de potencia alguna. Pero sobre todo la letalidad de la que es capaz es inmensa. En tan sólo el atentado del 11-S los terroristas causaron el triple de muertos que ETA a lo largo de su actuación durante tres décadas y el doble que el GIA argelino. De todo ello más que de la propia situación geográfica de España deriva el posible impacto sobre ella del megaterrorismo islámico. En Europa hay diez millones de creyentes en el Islam y España es su frontera sureña pero incluso si no fuera así es obvio que su mayor presencia en el mundo, en definitiva su visibilidad, sea cual sea su política, la condena a ser posible objetivo de este terrorismo. De las características de este terrorismo islámico derivan, no obstante, algunas enseñanzas más. Frente a lo que algunos parecen pensar el megaterrorismo no puede ser desbaratado desde el punto de vista militar: su desmantelamiento tiene que ser la obra paciente de los servicios de información y de seguridad. No se puede, pues, pensar en éxitos brillantes ni inmediatos. Pero, además hay que remitirse al punto de partida o al origen de los acontecimientos que han prolongado en el tiempo el fenómeno terrorista. Es muy posible que los avatares del conflicto entre palestinos e israelíes ya no determinen el destino de aquel pero si hubiera sido resuelto hace tiempo hay todas las probabilidades de que tampoco el megaterrorismo hubiera aparecido. Tan fundamental como esto es, sin duda, tener una comprensión del mundo islámico de la que hasta ahora no hemos sido capaces. En todo ello España, por pasado y por presente, puede tener un papel decisivo. 1397124194