Fin de la programación

HACE años, cuando a cierto jefe de un minúsculo grupo de la extrema derecha le preguntaron por el programa de su partido para la provincia de León cuando presentaba la candidatura en rueda de prensa respondió con toda naturalidad: «nosotros no tenemos programa, porque, como no vamos a ganar, a ver cómo coños quieren que cumplamos». No es el caso del pacto del PSOE y la UPL, que, tras arramblar con la alcaldía de León, birlándosela a la lista más votada, la del PP del exalcalde Amilivia, prometían del sábado para este lunes hacer público su programa. Pero se limitaron a dar cuentas del reparto de áreas de poder: esto para tí, lo otro para mí. Dividieron, incluso, no pocas áreas para que alcanzaran para todos. Pero programa, lo que se dice programa, no hubo sino vagas alusiones a la participación ciudadana, el etéreo precio de las viviendas por las nubes y nada más. O sea, humo. De cómo, cuándo y con qué impuestos piensan resolver problemas concretos del Ayuntamiento no hubo nada, como le pasaba antaño al lider del pequeño partido que no pensaba ganar ni de coña. Pero lo malo es que estos sí gobiernan a los 150.000 paisanos de la capital, nada menos. Según las estadísticas, les viene a pasar sobre poco más o menos lo mismo a la cuarta parte de los habitantes de la provincia, cuyo alcalde depende de quien pacte aquí o allá, a veces en la misma esquina de la calle, conociéndonos todos como nos conocemos. Será muy legal, pero no hay derecho. O, al menos, eso es lo que piensa el común del vecindario cuando ve que sus papeletas caen en las urnas como en una tómbola. A falta de listas abiertas, con las que hubiera sido mucho más complicado el cambalache de los pactos, así como de tú a tú, como en Madrid, en los pueblos apenas queda el recurso al pataleo, porque la prensa recoge los casos de transfuguismo o corrupción con media docena de líneas, y gracias. Y, visto el resultado de los pactos, cuyo contenido se resume básicamente en sumar los votos de los que pierden para descabalgar al que gana cuando éste no obtiene mayoría absoluta, tal vez lo mejor sea que cada uno vote en las próximas, en vez de a los suyos, a los de enfrente: los del PP al PSOE, los socialistas a la inversa y los de la UPL da igual. Parece una bobada, pero, como al final van a pactar todos contra el que gane, es la única forma de garantizar que ganen los nuestros.