EL BALCÓN DEL PUEBLO
Lágrimas y sonrisas
HACÍA muy pocas horas que José Elías Fernández Lobato, rodeado de los veinticincomiembros de la nueva junta directiva de la Federación Leonesa de Empresarios, regalaba a nuestro fotógrafo Ramiro la mejor sonrisa. Una sonrisa ancha, de oreja a oreja. Acababa de ser reelegido, por quinta vez, presidente de los patronos leoneses. Una reelección de consenso e indiscutida en la Fele. Estaba feliz, no sólo por el hecho de la reelección, sino porque en Ponferrada los patronos bercianos embainaron sus sables. Hubo mucho ruido con sordina, pero al final se impuso la paz. En las elecciones de hoy habrá candidato único a la presidencia: Manuel Ángel Fernández Arias. La paz empresarial es de tal calibre, que para los trece puestos de la junta, se presentan quince candidatos. O sea: el cuadro profesional y político de José Elías, además de «naif», era bello, lleno de pinceladas azules y verdes. El rojo nunca ha sido su color. Ni siquiera el de su esposa, mujer que ha tenido presencia viva en la moda de León. Digo, ay, que era una tarde/noche mágica para José Elías Fernández Lobato. Y como de repente, le helaron la sonrisa y el corazón. Le dieron la noticia de guadaña, esa «hijaputa» que utiliza como cetro y trofeo la muerte. Su hijo, Alfredo Fernández Arienza, abogado y máster en medio ambiente, recién estrenada la década de la treintena, casado, un hijo de año y pico y con su mujer embarazada de ocho meses, dejó la vida sobre la brea. Era un abogado brillante, con despacho en Madrid. Había asistido a una reunión en la sede de Cecale sobre temas ambientales. Y cuando regresaba al foro, casi en el mismo punto kilométrico en que se estrelló el sucesor de su padre en la patronal de Castilla y León, dejó la vida. La tarde/noche más feliz de su padre se transformó en una orgía de lágrimas. En él y en Juan Guisasola, amigo, al que no podré consolar con ningún argumento. Es el padre de la mujer de Alfredo Fernández Arienza. Una mujer a la que el destino ha convertido en viuda cuando le queda en plenitud la vida. La muerte, lo he escrito más de una vez, es siempre injusta. Cuando se ceba con saña en hombres/mujeres jóvenes, además de injusta, es deplorable, cabrona, incomprensible e insoportable. Una negrura de tordos sombrea a la familia Lobato/Guisasola. Soy plenamente solidario con su dolor. Sin embargo amanece cada día. El reloj de la vida no se para ni se detiene nunca. Hoy comienzan las fiestas de San Juan y San Pedro, con la cabalgata y lectura del pregón desde la balconada del Ayuntamiento. Una fechas para desterrar las penas e inquietudes. Unas inquietudes que salvó el mismo día María Luisa Rodríguez Hidalgo al aprobar la oposición de juez. Ya es ilustrísima señora, aunque yo le siga dando besos como a la niña que conocí cuando daba los primeros pasos. Su padre, José Rodríguez Quirós, presidente de la Audiencia Provincial, habrá ensanchado algo más su enorme humanidad. De casta, sin duda, le viene a la galga.