EL RINCÓN
Cosas de la edad
LA VIEJA Europa es un continente de viejos. De viejos y de «viejas de ambos sexos», que dijo Chesterton cuando vio bajarse del autobús a aquel compacto grupo de pensionistas. La media de edad casi pertenece a la Edad Media propiamente dicha, pero dado el exiguo nivel de natalidad y la resistencia que mostramos algunos para morirnos, la cosa irá mucho peor. Los demógrafos calculan que en el 2020 uno de cada cinco europeos tendrá más de 60 años y cerca de 20 millones más de 80. Si hubiera un Inserso para continentes o bien una planetaria Residencia de Ancianos, allí estaríamos. En la decrepitud europea han sido decisivos dos hechos que deben llenarnos de orgullo: la ausencia de guerras y los portentosos avances de la medicina. Si no se muere nadie, por un lado, y si no matan a nadie, por otro, los políticos del futuro basarán sus campañas electorales en la promesa de transformar las guarderías en asilos, rebajar el precio de los bastones y habilitar en los parque espacios para los juegos de petanca. De momento, según el '«eurobarómetro», cuyos resultados analiza el Instituto de Estudios Políticos de Londres, todo son inconvenientes, ya que la edad es el motivo principal por el que los europeos se sienten discriminados. Más que cualquier otro, incluso la raza, las creencias religiosas o la orientación sexual. En el emocionante prólogo a la segunda parte del Quijote, que por cierto está escrita por un sexagenario, se lamenta Cervantes de que el usurpador Avellaneda le llame viejo. «Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo...». Si bien se mira, insultar a alguien por haber nacido antes es la más torpe de las ofensas, pero hay que reconocer que si bien no es fácil que una persona mayor encuentre un trabajo, también es muy difícil para un joven. Por lo menos aquí, en España, la discriminación en el trabajo es para todos. A unos por falta de experiencia y a otros por demasiada.