EL RINCÓN
Cuando pase el calor
SOMOS numerosísimos los españoles a quienes no nos quita el sueño saber quién será el sucesor de Aznar. Hemos oído reiteradamente los nombres que se barajan en la elección del nuevo candidato, pero no tenemos favorito. Si supiéramos quiénes eran los peores, podríamos ir descartándolos, pero también lo ignoramos y las opiniones están muy divididas a ese respecto. Quizá fuese innecesario que el actual presidente anunciara con tanta antelación su propósito de dejar de serlo. Empezó entonces una carrera a ver quién hacía más mérito ante sus ojos, que por cierto nadie ha alabado nunca por su dulce mirar. En los círculos políticos que gozan de una mejor información, que son siempre círculos viciosos, todo son especulaciones y nadie sabe a conciencia cierta quién será el agraciado -otros dicen el desgraciado- en el que recaiga un honor tan alto que le exigirá dar más talla que la que tiene actualmente. Creo que no hay que preocuparse: muchas veces el cargo hace al hombre. Ya decía Víctor Hugo que «vale uno más si sabe que lo miran». Aunque sus rivales del mismo partido no lo puedan ni ver. Parece que Aznar, menos influido por Maquiavelo que por Don Tancredo, mantiene su calendario para abordar la sucesión. Nadie puede decir de él que sea un tipo nervioso. Todo se lo toma con tranquilidad, incluso esos sapos matutinos que forman parte de la dieta de cualquier político, por muy desganado que esté. Ni siquiera la repetición de las elecciones autonómicas en Madrid, después del cochambroso episodio de los dos forajidos, le ha hecho alterar sus planes. Todo llegará a su tiempo, cuando transcurra el verano y se vaya el calor. Nos preocupa más quién será el próximo entrenador del Real Madrid. Vicente del Bosque, que a semejanza de Aznar puede perder un partido, pero no perderá nunca los nervios, no anunció nunca su retirada. ¿Tendrán cara para darle la boleta si el Madrid es campeón?. Nunca se sabe. En el fútbol y en la política todo es posible.