Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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YA LO he visto en vivo y en directo, tan asqueroso y feo como el cochero de Drácula. El chapapote, esa negra herida abierta en el litoral español, no tiene billete de vuelta y se ha aposentado a poco más de un centenar de kilómetros de nuestra capital, en la habitualmente hermosa playa de San Lorenzo. Gijón siempre ha sido el primer destino turístico de los leoneses, atraídos por la cercanía, la luminosidad y la pujanza sentimental de la ciudad asturiana volcada hacia el mar. Pero este caluroso año lo dorado de sus playas se ha visto profanado por esas bolas o galletas de oscuro petróleo, instaladas en los mares españoles con la insolente actitud de «yo estoy, yo me quedo». No forma parte de la naturaleza del gobierno el asumir la responsabilidad de nada, así que atendiendo a las lecciones de catequesis emitidas a diario por los noticiarios de televisión, el chapapote no era más que una sombra del pasado que enturbió, meses atrás, la virginidad de nuestras costas. Gran mentira, pues los efectos de aquella barbarie social originada con el naufragio del superpetrolero Prestige siguen amenazando las playas con idéntica decisión a la seguida por el burro para perseguir a la zanahoria. La historia del hombre es, al fin y al cabo, la de la relación con su entorno. Y en este sentido nada tenemos que agradecer a unas autoridades incompetentes y mostrencas, que en su intento de ocultar la realidad llevan demasiado tiempo sacando conejos de la chistera con ridículas historias sobre «hilillos de plastilina» y cosas por el estilo. Pero los hechos son tozudos y ahí está el triunfal chapapote, arrasando la emblemática playa de Gijón. ¡Qué pena!

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